Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 6 de junio de 2023

UNA IMPERFECCIÓN APENAS VISIBLE


Mientras hablaban, Julio contemplaba a la mujer con disimulo, pero con la obstinación con la que exploraba un buen decorado cuando pretendía descubrir su secreto. Estaba convencido de que la bondad de una arquitectura procedía casi siempre de una imperfección apenas visible, pero capaz de provocar un movimiento de extrañeza inconsciente en el ánimo del espectador. Elsa era una mujer insignificante hasta que dabas con la puerta oculta por la que se entraba a una dimensión distinta de ella misma. Se le ocurrió la imagen de la puerta porque hacía poco, en unas obras que se llevaban a cabo en un edificio del centro, los obreros habían dado con un pasadizo oculto tras una pared de ladrillo. Se trataba de un edificio modesto bajo el que encontraron sin embargo un tesoro arqueológico. Elsa escondía también bajo aquella apariencia de vulgaridad un tesoro arqueológico y Julio creía haber descubierto el pasadizo por el que se accedía a él. El descubrimiento se produjo en un momento de la reunión de trabajo en el que sus miradas se cruzaron y el tiempo se congeló durante unas décimas de segundo. Y no solo se había congelado el tiempo, sino que un fogonazo sucedido en el interior de su cerebro llenó la realidad de un aura blanca tan intensa que los cuerpos que había alrededor de la mesa se convirtieron en presencias fantasmales, como le había ocurrido al cruzarse con el niño ciego de su infancia y, no hacía mucho, cuando se desdobló convirtiéndose en su vecino. En cierta ocasión, haciendo tiempo en la consulta de un médico, había leído un artículo sobre la epilepsia en el que se describían unos síntomas parecidos. El articulista se refería a ellos como el «aura» que precede a un ataque, pero Julio no era epiléptico.

JUAN JOSÉ MILLÁS - "Laura y Julio" - (2006)


Imágenes: Anne Siems

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