Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 12 de junio de 2023

ALGUIEN QUE SABE TRATAR A LAS PERSONAS


Un hombre sabio le preguntó una vez:

   —¿Sabes lo que eres?

   —¿Lo que soy?

   —Sí.

   Era una pregunta que podía querer decir muchas cosas dependiendo de quién la formulara. Se la habían espetado varias veces, por ejemplo, matones cabreados que habían proporcionado ellos mismos la respuesta —«Un gilipollas» o algún insulto similar— y luego le habían pegado una paliza. Se la habían hecho funcionarios y burócratas que lo consideraban, por un motivo u otro, una espina clavada. Se la habían hecho con cariño y con admiración, también, personas que habían añadido que era «un encanto», «un tesoro» o incluso «mi puntal». Grandes cosas para las que había que estar a la altura.

   —Intento no pensar demasiado en mí mismo. Espero no ser más que un hombre que ama a Dios.

   —Eres alguien que sabe tratar a las personas —le dijo el hombre sabio, asintiendo con decisión—. Eso te llevará muy lejos.

   El hombre sabio era el pastor de la iglesia que Peter heredaría poco después. Era un alma anciana, y poseía una combinación especial de benévola tolerancia y de estoica decepción, típica de un párroco que llevaba demasiado tiempo en el cargo. Conocía en toda su complejidad las maneras en que sus feligreses se resistían al cambio, las maneras en que podían ser un grano en el culo; aunque él nunca empleaba ese lenguaje, por supuesto.



   —A ti te gusta la gente. Eso en realidad es bastante inusual.

   —¿No está en la naturaleza humana básica el ser sociable?

   —No hablo de eso —dijo el viejo—. No creo que tú seas necesariamente tan sociable. Eres algo solitario, incluso. A lo que me refiero es a que no te repugna ni te enerva el animal humano. Lo aceptas tal como es. Algunas personas no se cansan nunca de los perros; los perros son lo suyo. Da igual qué clase de perro sea, grande o pequeño, tranquilo o escandaloso, obediente o travieso: todos son adorables a su manera, son perros y los perros son algo bueno. Un pastor debería sentir eso hacia los seres humanos. ¿Pero sabes qué? No hay muchos así. Para nada. Llegarás lejos, Peter.

   Le resultó raro que le dijera aquello, con esa certidumbre, un sabio veterano al que no era fácil engañar. La convivencia de Peter con sus compañeros humanos no había sido siempre feliz, al fin y al cabo. ¿Se podía decir, de alguien que se había comportado tan mal como él en la adolescencia y la juventud —que había mentido y roto promesas y le había robado a cualquier idiota altruista que le hubiese concedido el beneficio de la duda—, que amaba a las personas? Pero el viejo párroco conocía bien su historia. No había secretos entre pastores.

MICHEL FABER - "El libro de las cosas nunca vistas" - (2016)


Imágenes: ARTECHOUSE

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