Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 10 de marzo de 2022

UNA VALIJA VACÍA COMO SU CORAZÓN

 


Durante una semana, mientras los militares golpistas limpian las calles de Chile de todo brote opositor, reacondicionan los estadios deportivos como cárceles e imponen el aserramiento de manos como escarmiento para cantantes populares, él casi no hace otra cosa que ver a su ex novia llorar. No es algo que se proponga. No tiene otro remedio: si los cinco meses de su noviazgo han sido el gran acontecimiento sentimental del primer año del colegio secundario —cinco meses blancos, por otra parte, como es de esperar de una chica chilena de familia católica de derecha y un argentino fruto de una pareja de dubitativos pioneros del divorcio, trémulo y paciente, para quien el deseo, además, empieza a ser no un impulso sino la fase terminal, menos buscada que inevitable, de un proceso de saturación que si fuera por él podría durar meses, años, siglos—, la ruptura, y sobre todo el modo brutal en que él ha decidido consumarla, cuando nada en la relación ni en él mismo, hasta entonces de un comportamiento intachable, la ha hecho prever, no pueden no caer como una bomba y ocupar el centro de la escena.



  La ve llorar en el recreo debajo de la escalera, en cuclillas, cercada por un cordón de amigas que amplifican su condición humillada en un rosario de gestos ampulosos; en el laboratorio de ciencias naturales, vertiendo lágrimas en el saco ventral del sapo que algún compañero piadoso ha aceptado despanzurrar en su lugar; en el comedor, frente a un plato de pastel de papas que se enfría; en medio de una clase de gimnasia, donde, cegada por un acceso de llanto que la sorprende mientras toma carrera, termina llevándose por delante la barra que debería haber saltado; al salir del colegio, cabizbaja, mientras camina hacia al auto arrastrando por el piso el cuero carísimo de una valija vacía como su corazón. La ve llorar incluso cuando no la ve, cuando ella falta a clase sin aviso y alguien, uno o una de los que antes martirizaban con alfileres secretos la foto de ese romance descaradamente longevo, le dice que dicen que ya no come ni duerme, que de tanto moquear y sonarse tiene las ventanas de la nariz rojas, ásperas como la lengua de un gato, y que sus padres, pensando en matar dos pájaros de un tiro, ya especulan con volverse a Santiago, donde el Palacio de la Moneda ha dejado de humear y una hiena de uniforme, bigotes y anteojos ahumados manda fusilar gente sentada en el mismo sillón de donde eyectaron a Allende.

ALAN PAULS - "Historia del llanto" - (2007)


Imágenes: Marco Grassi

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