Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 12 de marzo de 2022

UNA CIERTA ESPERANZA

 


No fue producto de un plan: sucedió. Nos sucedió. Yo tenía catorce años y encontré a mi madre fuera de la casa. Estaba sonriente, preciosa, con cola de caballo, montada en la parte de atrás de una motocicleta Harley-Davidson, abrazada a un hombre, diciéndome adiós con la mano. Se iba a Guatemala, se fue. Nos dejó. La historia debiera terminar ahí. Sería una novela perfecta, con todas las de la ley. Hay enigma inicial, hay personajes, hay situación climática, hay drama. Pero no hay conclusión ni razones que expliquen por qué. No hay un «esto es consecuencia de esto otro», la mínima advertencia de que tu mamá se va a ir. A veces pienso que todo lo que vino después es la verdadera novela.

   El hombre era su amante. Recuerdo que después de verlos partir me quedé pensando en la palabra amante. La conocía en teoría pero no en la práctica. Pensé: tengo catorce años, no soy fea ni bonita, tengo barros en la cara y el pecho casi plano. Me entusiasma la idea de huir abrazada a la cintura de un hombre, montada en una Harley-Davidson. Recuerdo que también pensé: con esos indicios no voy a llegar a ninguna parte.

   Hasta entonces yo había sido una adolescente en vías de transmutar en algo mejor, o eso pensaba. Pero un viaje, cualquier viaje, supone convertirse en otro y a veces convierte en otros a los que se quedan. Su viaje me obligó a actuar en un teatro ajeno y por eso desde su partida empecé a vivir una vida que no era la mía: mi madre me convirtió en Sherlock Holmes. De pronto, todo lo que me rodeaba se volvió un posible indicio. ¿Qué de todo lo que había ocurrido en mi infancia era ya un síntoma de que se iría? Y sobre todo: ¿qué de lo que hallara a partir de ese momento me serviría para encontrarla?

   Esto último me dio una cierta esperanza.

ROSA BELTRÁN - "Radicales libres" - (2021)

Imágenes: Kristine Nydahl

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.