Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 3 de noviembre de 2020

PANZA DE BURRO

 


   Quedaba poco más de un mes para que empezaran las fiestas del barrio y yo ya tenía muchas ganas de ver los papelitos puestos en sisá, amarrados de un poste de la luz al otro, desde la casa de doña Carmen hasta el canto arriba mi calle, donde se mezclaba la sensación de que había fiesta con los pinos. Ese verano la comisión no paró de pedir dinero ni un solo día. Abuela los escuchaba riéndose por el camino, los escuchaba acercándose con su coche con altavoces con la música de Pepe Benavente y gritaba porí viene la comisión de fiestas!!! Y yo salía corriendo a apagar la tele y a cerrar las contraventanas. Rápido rápido me escondía en el pajero y empezaba a respirar muy suavito para que no supieran que estábamos allí y no nos pudiesen pedir dinero. Las veces en las que no reaccionábamos a tiempo, porque quitaban el sonido de la música y no nos enterábamos de que venían, los de la comisión de fiestas se acercaban a la puerta y decían Almeriiiiiinda, sal pafuera! Y a abuela no le quedaba más remedio que abrir y darles los cuatro duros que tenía guardados para pagar los fiados de la venta esa semana. Otras veces, si solo tenía dos euros cagados en la cartera y la habían escuchado con la tele puesta, abuela y tío Ovidio se metían en el pajero y me mandaban a abrir la puerta. Veía a los hombres de la comisión con las cabezas morenas y sudadas y encima los sombreros de paja con una tira roja que ponía Dorada y los cubos de alumino colgando de las manos en los que iban metiendo el dinero y me decían miniña, dile a tu abuela que salga pafuera, y yo, con un pánico que me paralizaba la boca, porque no me gustaba mentir, decía que no, que mi abuela no estaba, que volvieran otro día y antes de que pudieran reaccionar cerraba la puerta con la llave. 


   (...) En esos días en los que Isora se quería morir yo también sentía que me quería morir y ella me decía que la mejor forma de morirse era llenar la bañera de agua caliente hasta los topes y sajarse las venas. Yo me preguntaba cómo ella sabía tantas cosas que yo no sabía y entonces me ponía triste porque pensaba que yo no tenía tristeza propia, que mi tristeza era la de ella pero dentro de mi cuerpo, una tristeza como de imitación, dos tristezas duplicadas, la marca falsa de una tristeza, esa era yo, porque yo no tenía razones por las que estar triste pero me las inventaba.

   A veces, a Isora, la tristeza la abrutaba. Pasaba muchas horas sin pronunciar una palabra. Se sentaba en las esquinas de la parte baja de la venta, justo donde una pared se abraza con la otra y se quedaba allí mirando sin ver nada. Los ojos eran dos manchas, dos moscas verdes dando vueltas en un cuarto que apestaba a vino. Yo me aburría mucho pero no me iba, me quedaba al lado de ella escuchando su silencio. Como cuando los maridos se sientan a ver el fútbol y las mujeres los acompañan aunque no les interese, porque los maridos están tristes con la vida y el trabajo en el Sur y hay que estar con ellos porque es obligación.

ANDREA ABREU - "Panza de burro" - (2020)

Imágenes: Christian Schloe

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.