Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 27 de noviembre de 2020

ESTAMOS PROGRAMADOS PARA INTENTAR TENER SIEMPRE RAZÓN

   


     Todo empezó con una mala decisión. Con una metedura de pata hasta el fondo.

   Es cierto, todo el mundo toma malas decisiones en algún momento, por supuesto. Pero hay errores y errores. Algunos pueden ser irreversibles.

   Y estaba segura de que, por culpa de esa decisión, mi hijo iba a morir.

   Dicen que estamos programados para intentar tener siempre razón. Que la parte de nuestro cerebro en la que aún habita un mono primitivo, subido en un árbol de la selva, odia tener que reconocer que ha tomado una decisión incorrecta, porque eso significa, a un nivel muy profundo, que el depredador que esperaba oculto entre la hojarasca nos ha hincado el diente mientras bajábamos de las ramas para comer en el suelo. No sé si eso tiene algún sentido o no, pero de lo que estoy segura es de que odio equivocarme, como la mayoría de la gente.

   Y cuando el error, además, tiene unas consecuencias tan terribles como la muerte de tu propio hijo, la sensación amarga de vergüenza, fracaso y dolor es tan complicada que tienes que vivirla en carne propia para entenderlo.

   Además, no se podría decir que los aciertos abundasen demasiado en la última parte de mi vida. Realmente, lo único que me apetecía era salir corriendo, no importaba hacia dónde. Y gritar, gritar hasta quedarme ronca. Y llorar hasta secarme.

MANEL LOUREIRO - "La puerta" - (2020)

Imágenes: Sabine Pigalle

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