Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 6 de noviembre de 2020

NO ERAN PARTIDOS DE PRINCIPIOS

   


   Rinconcito se dividía en blancos y amarillos. Los blancos gobernaban en Rinconcito y en el resto de la República. Habían gobernado siempre y no se les ocurría que pudieran hacer otra cosa. Los amarillos, en cambio, hacía medio siglo que estaban esperando hacerlo en lugar de los blancos. No eran partidos de principios. Simplemente, uno gobernaba y otro no gobernaba.

   Romita era amarillo, es decir, un agrio y un resentido, y también un pobre.

   Los blancos hacían una sola cosa: gobernar. Los amarillos, en cambio, desplegaban una actividad increíble, alternando los infinitos matices que van desde la crítica constructiva a la conspiración descabellada.

   Los blancos habían dado al país gobernantes. Buenos y malos gobernantes. Los amarillos le habían dado tribunos, mártires, conspiradores, maestros, arquetipos y una buena cantidad de muertos de hambre. En 1931 se dividieron. En 1935 se subdividieron. En 1943, cuando ya no se reconocían, volvieron a unirse en un Frente Único. Fue una alianza conmovedora. «Amarillos, sobre todo.»

   Aquel fervor alcanzó a Rinconcito. Se iba a librar la gran batalla. Lema de los amarillos: ¡Pueblo! Lema de los blancos: ¡Pueblo!

   Los amarillos habían organizado un gran acto para el último día de la campaña. Los blancos, en cambio, hicieron lo de siempre: un kilo de asado, un litro de vino y diez pesos. Había un palco, y un enorme letrero amarillo, y un camión con altoparlantes. Y mucha esperanza.


   (...) Dentro de un rato sonará, a las cinco en punto de la matina, ese puto despertador que el día que gane el Prode o asalte un Banco reventaré contra la pared de una patada, como reventaré a tantas otras cosas, y me levantaré en puntas de pie para no despertar a Margarita que duerme a mi lado a patas sueltas hace dieciocho años, me vestiré en el baño y saldré más o menos a las cinco y diez rumbo a la Primera de Saavedra chupando el primer cigarrillo de la mañana. La Primera de Saavedra es la fábrica de jaulas en la cual trabajo desde el día que mi padre decidió echarme a la calle de un puntapié.

   En todos estos años he hecho miles de jaulas, tantas que me sorprende que todavía ande por el aire algún pajarito suelto. Un día, esto pienso mientras las hago, construiré una bien grande, la más grande de todas, con unos gruesos barrotes de hierro y meteré ahí dentro a Margarita y su desgraciada madre, esto es, mi puta suegra y las sumergiré a las dos, luego de alimentarlas con alpiste envenenado, en el Riachuelo, nada de un arroyo limpio y rumoroso ni siquiera del Río de la Plata, que por ser el más ancho del mundo con seguridad podría resumir tanta maldad, sino en el Riachuelo para que se chupen todo ese olor a podrido que viene de los mataderos y revienten en forma.

   Me alegro y me consuelo pensando en esto aunque sé que nunca lo haré porque soy un pobre infeliz. En lugar de eso sé que me levantaré en puntas de pie dentro de un rato y de que en puntas de pie recorreré el resto de mi vida.

HAROLDO CONTI  - "Cuentos completos" - (1994)

Imágenes: Sabine Pigalle

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