Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 12 de agosto de 2020

PORQUE ELLA NO LO PIDIÓ

 

Un día, el día menos pensado, Rita Malú recibió la llamada de una mujer que le dijo que tenía que proponerle algo, pero que no podía hacerlo por teléfono. ¡Por fin un cliente! Le pareció que la vida cobraba otro sentido aquel día. Quedaron para verse dos horas después en el despacho detectivesco. La mujer tenía una cara muy pálida y era muy delgada, tenía unos treinta años, vestía con sobriedad, parecía triste, se llamaba Dora. Le había llamado mucho la atención, dijo la mujer, que en el anuncio —«tan original», subrayó— aseguraran que podían encontrar a un hombre escondido. Eso encajaba, dijo, con el perfil de investigador que ella necesitaba. Quería que buscaran a su ex marido, un joven y famoso escritor que llevaba meses en paradero desconocido, sin pasarle la alta paga mensual a la que ella tenía derecho. El escritor había publicado no hacía mucho una novela, la quinta de su carrera literaria. En ella había escenificado su propia desaparición. O, dicho de otro modo, se había esfumado dentro del texto. No se le había vuelto a ver desde que había publicado aquel libro.


   Le habían llegado a ella rumores de que se había refugiado en la isla de Pico, en las Azores. Se trataba de una isla ocupada casi por entero por un gran volcán, un lugar perdido en medio del océano Atlántico. Una isla de la que su ex marido había hablado ya en otra de sus novelas y que él conocía bastante bien. Seguramente estaba escondido allí, pero el lugar quedaba lejos para ir a descubrirlo. Confiaba en que en aquella agencia —ella pagaría espléndidamente bien— pudieran investigar y hallarle, fuera en Pico o en cualquier otro lugar, descubrirle e instigarle a que hiciera el puñetero favor de volver a pasarle la paga mensual.


   Bastaron cinco minutos para que a Rita Malú no le quedaran dudas sobre lo que estaba pasando. Aquel escritor desaparecido existía, se llamaba Jean Turner, y alguna vez había oído hablar de él. Hasta ahí todo correcto; pero aquella mujer, aquella primera cliente, estaba loca. Se había enamorado de un libro de Turner que acababa de leer. Y había empezado a pensar, a querer creer que el personaje central de ese libro (el joven escritor) era su ex marido.


   (...) En un recodo de la carretera, cerca ya de Madalena, vio el breve sendero que conducía a una pequeña casa roja que era idéntica a la de su sueño de hacía unos días. Le pidió al taxista que se detuviera, y no le extrañó demasiado ver que, al igual que en el sueño, el camino subía enroscándose brevemente hacia la pequeña cima de la frondosa colina y le dejaba ante la casa roja, cuyos menores detalles comenzó a recordar ella en ese momento con la máxima precisión.


   Era como si hubiera estado siempre allí desde que había soñado con esa casa, cuya puerta le había abierto en el sueño un anciano. A medida que se acercaba a la casa, le entraban más ganas de llamar al portón de esa mínima mansión roja que notaba que le atraía extrañamente. Y lo hizo, llamó. Y volvió a abrirle la puerta el viejo que había visto en el sueño, sólo que ahora el anciano era muy alto, sumamente delgado, orejas de murciélago, la cara muy estrecha y una abundante barba blanca. Llevaba un abrigo apolillado. Era Turner con cincuenta años más. A diferencia del sueño, en esta ocasión Rita pudo hablar con el viejo, al que se le ocurrió preguntarle si estaba en venta la casa. Lo estaba, pero el viejo le aconsejó que no la comprara.


   —Esta casa está frecuentada por un fantasma —le explicó el anciano.


   Se produjo un breve silencio.


   —¿Y quién es ese fantasma? —preguntó ella.


   —Usted —dijo el anciano, y cerró suavemente la puerta.

ENRIQUE VILA-MATAS - "Porque ella no lo pidió" - (2007)

Imágenes: Frank Moth

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