Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 26 de agosto de 2020

CONSAGRADO A LA MÍSTICA DE LA RUTINA

 

   Bailo sobre mi silla giratoria, soy un ágil derviche consagrado a la mística de la rutina. Me concentro en las ruedas traqueteantes, sus pequeños fragmentos de rotación cósmica, su precaria música de las esferas. Las horas siguen distribuidas ordenadamente en el reloj de la pared: he renovado mis votos. Pues no hay igualdad ni exactitud en la labor del minutero, solo la mecánica arbitraria de su señorío. Alabémosla. A las pausas reglamentarias (los cafés, los cigarrillos, el menú nuestro de cada día, uno y trino, en el restaurante de la esquina) demos gracias.

   Consulto el correo por última vez antes de apagar el ordenador. Me topo con un mensaje sin título de Roberto. El clic del ratón en la oficina medio vacía retumba como la pisada de un intruso en una caverna. Ningún texto en su interior, únicamente un archivo adjunto. Lo descargo y bajo a cero el volumen.


   Aparezco en la pantalla. Mi imagen brota en una escena que pugna por escapar de sus límites, el color oscilando más allá del borde de las siluetas, los píxeles reventados, el movimiento lacerado por interferencias horizontales. Se trata sin duda de una vieja grabación digitalizada. Aparece mi cuerpo sin mí, la sombra de un adolescente bailando en una fiesta ignota, en el centro de una habitación mal iluminada. Desde el vórtice de esa noche perdida, mi perfil líquido protesta. Canta el frío de los resucitados, aunque no oiga su voz, mientras alguien se va acercando por detrás con su sonrisa de viernes incrustada. Disfruta del puente, Jonás, pronuncia una boca cualquiera. Y yo, el derviche bien educado, respondo con cortesía y espero a que el perfume de su propietaria se esfume hacia la salida. He cerrado el vídeo de inmediato. Mi mano súbitamente envejecida cierra ahora todas las ventanas y borra el historial de navegación. Nada puede, sin embargo, contra esa desazón que quedará flotando alrededor de la mesa hasta que la señora de la limpieza pase su gran bayeta comunal.

JUAN VICO - "El animal más triste" - (2019)

Imágenes: Andhika Ramadhian

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