Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 26 de agosto de 2020

DOMINGO DE REVOLUCIÓN


 La Habana para mí ya no es una capital, se hace pequeña, mediocre, su belleza no va a impedir que se extinga; una ciudad la hace su gente, entre las ruinas y la diáspora la estamos liquidando. Desconozco a sus habitantes, tienen acento de la costa norte o del sur de Oriente o una conducta tribal que no se parece en nada a la de la ciudad que me presentaron en la infancia. Hay como una haitianización en la conducta de los seres que llegan a habitarla. Se come de pie, con el plato en la mano, o se camina masticando cualquier cosa en las calles de Centro Habana, La Lisa, El Cerro; las malas palabras y los golpes forman parte del paisaje, las aguas albañales abren una zanja entre dos aceras, y la música percute compitiendo y ganándole al silencio o las buenas maneras. De regreso por sus calles, venciendo sus rutas interiores en busca de alimentos o para ultimar ciertas gestiones inaplazables, terminas gritando o enmudeciendo de ira. La Habana empieza a ser tu enemigo, sus habitantes, su incomodidad, la imposibilidad de estar bien, todo colabora en tu contra. Ese lugar que fue sublime hoy te agrede.

(...) Las fiestas de los científicos eran aún más aburridas, las envidias y las viejas rencillas aparecían con el segundo trago de ron. Las pequeñas, pocas prebendas que tienen en este país los científicos les van socavando por dentro: tu alma por un televisor chino, tu alma por un viaje a Europa, tu alma por una casa prestada en el Polo Científico o tu alma por un Lada 2107 caja quinta. ¡Uf! Me había olvidado de los científicos. Mi padre decía que pocos se detenían a pensar qué era ético y qué no. Lo importante eran los resultados. Una vez que probaban el alcohol todo se desembuchaba y empezaban a desfilar los demonios. Nadie daba un piñazo a nadie. Los científicos y sus fiestas de dominó, ron añejo y chicharrones de puerco, las mujeres con zapatos blancos de tacón y los hombres uniformados con sus Rolex. ¡Ay!, los científicos.


(...) Miras tu sala, revisas el cuarto, caminas por la cocina, analizas la geografía de tu intimidad. Aquí también habrán aplicado la técnica. ¿Dónde pusieron sus micrófonos?

   En los cuadros, en los adornos, en tu reloj, en el celular, en los equipos de música… ¿O realmente creías que no te espiaban?

   Dicen que esto pasa en todos los países del mundo y que se trata de salvaguardar la seguridad nacional. Son asuntos de Estado, alta política de protección ciudadana.

   Pero ¿y yo?, ¿quién soy? Una mujer menuda escribecosas que no puede lidiar con su propio destino, imagínense con la seguridad o integridad nacional.

   Te graban las comunicaciones telefónicas y te archivan hasta ver que no eres un peligro público. Pasarán treinta años, cambiará tu voz, perderás tus pocos afectos y terminarán contigo. ¿Para qué? ¿Quién deberá estar seguro a cambio de tu inseguridad?

   ¿Dónde están los micrófonos para arrancarlos de raíz? ¿Dónde están?

   No podemos saberlo. ¿Me lo puede acaso decir el compañero que graba las llamadas telefónicas? Descuelgo y le pregunto:

   —¿Dónde pusieron los micrófonos?

   En realidad el verdadero micrófono, tras años de hablar bajo y de renunciar a decir lo que piensas, el verdadero artefacto, ya vive dentro de ti.

WENDY GUERRA - "Domingo de revolución" - (2016)


Imágenes: Luciano Cian

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