Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 5 de octubre de 2023

EXIJO QUE ME DEJEN VIVIR Y MORIR A MI MANERA


Es un antiguo profesor, mintió Hache ante el pequeño público que la escuchaba con atención, que se cansó de hablar. Sólo lo hace con su perro, en la lengua del perro. Conoce la ciudad mejor que nadie. Y tiene algo en común con vosotros, conmigo: se siente fuera de lugar. Como si le doliera algo. Como si supiera que existe una infección. No sé de dónde viene, pero me lo puedo imaginar, con sólo ver su casa. Ahora está vacía, pero los recuadros blancos de las fotografías que hubo no se pueden borrar. Tampoco sé de dónde vienes tú, ni cuál es tu historia. ¿Me importa? No. Tú no sabes de dónde vengo yo, si tengo padres. Ni si me están buscando. No sé qué dolor exactamente, ya te he dicho que no habla, ni conmigo ni con nadie, pero no es importante. Lo importante es que le duele. Lo importante es que el dolor lo tiene acorralado, de alguna forma, en una especie de noria. Sí, en un carrusel. El dolor le dice lo que puede hacer y lo que no, y es precisamente lo que no puede hacer lo que borraría el dolor, como una escoba. O al revés, es precisamente lo que puede hacer lo que aumenta el dolor, pero sólo puede seguir haciéndolo, porque es mejor hacer que dejar de hacer, es mejor participar que desvincularse. ¿O acaso tú te quedas en casa con los brazos cruzados? ¿Verdad que no? Tú has salido a la calle y has defendido lo que consideras tuyo, y al final qué has conseguido: palos, palos, palos. A mí también me duele algo, y a ti, y a ti.



 No sé si estamos más locos que el resto de la gente o es que somos los únicos lúcidos, pero estoy muy cansada, tan cansada que podría inmolarme delante del ayuntamiento con un cartel con mi nombre y mi número de identidad, para que no tuvieran dudas de quién soy y pudieran identificarme entre los restos, entre las cenizas. Sólo quiero que admitan que no soy una basura, que no puedan suprimirme, que me reconozcan. No pido ayuda. No pido una subvención. Pido, sí, que dejen de ser paternalistas y de tratar de convertirme en una más, porque no lo seré nunca. Exijo que me dejen entrar, que me dejen salir, aunque no vista como ellos, aunque no hable como ellos, aunque no me interese lo que les interesa a ellos. Exijo que escuchen mis gritos sin sentido, que toleren mis gritos sin sentido, exijo un pacto que registre mi soberanía y la soberanía de mi pensamiento sin sentido. Exijo que me dejen vivir y morir a mi manera, y no que legislen para reducirme y convertirme en un defecto de fábrica, en un caso aislado, en el borrador de lo que pude ser. No soy el resultado del fracaso de un experimento social, soy un éxito civil: necesito menos que la mayoría, soporto más que la mayoría. ¿No soy un milagro? ¿No soy una alumna aventajada, una raza propia del próximo milenio? Si me inmolara, deberían poner en cada plaza una estatua de bronce del momento en el que eché sobre mí la gasolina, imaginadlo, con la lata sobre la cabeza, y la sonrisa que no quieren ver, la sonrisa que no pueden comprender.

JUAN REPILA - "Prólogo para una guerra" - (2017)


Imágenes: Fátima Ronquillo

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