Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 11 de octubre de 2023

¿A QUIÉN VES?


La institutriz entró a la amplia sala de la casa. Bajó los ojos, débiles y descoloridos, ante la mirada escrutadora de su jefa, que bordaba clavando la aguja en la tela con saña, como si quisiera herirla.

   —Puede sentarse —le indicó—. Quiero hablar con usted unos momentos, señorita Bleuserbes.

   La institutriz se sentó en una silla de alto respaldo, bordado con motivos de gacelas y aves.

   —Lleva usted tres años a mi servicio. Es usted una mujer educada e inteligente, honesta y en control de sus emociones. No crea que esas cualidades han escapado a mi atención. Por el contrario, soy muy observadora, aunque nunca interfiera con su trabajo —dijo, dirigiéndole una fría mirada.

   —Pero… no sé si se haya dado cuenta de que no estoy satisfecha con el efecto que su labor tiene en mi hija.

   —Señora —dijo la institutriz, con una voz tan desprovista de color como sus claros ojos—, su hija es una niña muy difícil.

   —No le pagaría tanto por sus enseñanzas si no fuera una niña difícil —reviró secamente la dama.

   La institutriz se ruborizó.

   —Además, una chiquilla de trece años no puede representar una carga de trabajo tan inmensa. Ahora le haré algunas preguntas y le advierto que quiero respuestas precisas.



   Los labios de la institutriz se amorataron.

   —Sí, señora —contestó en voz muy baja.

   —Le di a mi hija una muñeca la semana pasada. ¿Le gustó?

   Un pesado silencio reinó por unos instantes.

   —No, señora.

   La mujer miró su bordado con ojos inexpresivos.

   —Bien, repítame lo que dijo, por favor, palabra por palabra.

   —La niña dijo: “¿No es suficiente con que el mundo esté lleno de feos seres humanos? ¿Para qué, además, hacer copias suyas?”. Luego agarró a la muñeca de las piernas y le rompió la cabeza azotándola contra una piedra.

   —Dígame, señorita Bleuserbes, ¿esa conducta le parece natural en una niña de buena familia?

   —No, señora.

   —Pues usted es responsable de esta chiquilla y de su comportamiento. Le daré unos meses más para que me pruebe que es capaz de convertirla en una niña normal. Si no es así…

   La señorita Bleuserbes no contestó y entrelazó los dedos, apretando las manos contra su escuálido pecho.

   —¿Dónde está mi hija en este momento?

   —Está en el jardín, señora.

   —¿Y qué hace en el jardín?

   —Está buscando algo.

   —Hágame favor de decirle que quiero verla de inmediato.

   La institutriz salió de la habitación a toda prisa. Poco después volvió con su pupila, una niña muy alta para su edad.



   —Puede retirarse, señorita Bleuserbes —dijo la madre de la joven—. Ven aquí, Jemima.

   Conforme la niña se acercaba, la madre pudo distinguir el brillo de sus ojos por entre su cabello.

   —Quítate el cabello del rostro y mírate al espejo.

   Jemima se encogió de hombros y se miró en el espejo, sin mayor interés.

   —¿A quién ves?

   —A mí.

   —Muy bien. Dime si piensas que eres hermosa.

   —Más que la mayoría.

   —Así es, eres bastante bonita y podrías convertirte en una mujer muy hermosa. Pero si insistes en comportarte de esta forma ridícula…

   Las dos se miraron sin decir nada. La madre tenía una expresión gélida.

   —¿Por qué quieres ser diferente a las demás niñas de tu edad? Jemima contuvo una sonrisa.

   —No entiendo, madre.

   —Me entiendes muy bien, Jemima. ¿Por qué quieres lastimar a tu madre que te quiere como a sí misma?

   Jemima cerró la boca y sus labios se fundieron una línea fría y rígida.

   —A tu madre que hace todo por ti y a quien le debes gratitud eterna. Tu madre a quien nunca, jamás, remplazarás; tu madre que sólo quiere lo mejor para ti.

   La joven escupió sobre la hermosa alfombra y desapareció con tal rapidez que, para cuando su madre se percató de lo que había hecho, ya se había esfumado. La mujer quedó pasmada y se llevó las manos a la frente.

   —Ferdinand —murmuró la mujer—, ¿qué me hiciste al concebir a este demonio?

LEONORA CARRINGTON - "Cuentos completos" - (2017)


Imágenes: Leonora Carrington

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