Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 25 de octubre de 2023

DIOS HABÍA MUERTO


Dios había muerto: para empezar.

 Y el romanticismo había muerto. La gallardía había muerto. La poesía, la novela, la pintura, todas habían muerto, y el arte había muerto. El teatro y el cine habían muerto. La literatura había muerto. El libro había muerto. El modernismo, el posmodernismo, el realismo y el surrealismo habían muerto. El jazz había muerto, la música pop, disco, rap, la música clásica: muertas. La cultura había muerto. La decencia, la sociedad, los valores familiares habían muerto. El pasado había muerto. La historia había muerto. El Estado del bienestar había muerto. La política había muerto. La democracia había muerto. El comunismo, el fascismo, el neoliberalismo, el capitalismo, todos muertos; el marxismo, muerto, y el feminismo también muerto. La corrección política había muerto. El racismo había muerto. La religión había muerto. El pensamiento había muerto. La esperanza había muerto. La verdad y la ficción habían muerto. Los medios de comunicación habían muerto. Internet había muerto. Twitter, Instagram, Facebook, Google, todos muertos.

 El amor había muerto.

 La muerte había muerto.

 Muchísimas cosas habían muerto.

 Sin embargo, otras no habían muerto, de momento.



 La vida todavía no había muerto. La revolución no había muerto. La igualdad racial no había muerto. El odio no había muerto.

 Pero ¿los ordenadores? Muertos. ¿La televisión? Muerta. ¿La radio? Muerta. Los móviles habían muerto. Las baterías habían muerto. Los matrimonios habían muerto, las vidas sexuales habían muerto. La conversación había muerto. Las hojas habían muerto. Las flores habían muerto, muertas en su agua.

 Imaginad que os persiguen los fantasmas de todas esas cosas muertas. Imaginad que os persigue el fantasma de una flor. No, imaginad que os persigue (como si en realidad se tratara de una persecución, y no de una simple neurosis o psicosis) el fantasma (como si existieran los fantasmas y no fueran solo cosa de la imaginación) de una flor.

 Los propios fantasmas no habían muerto; no exactamente. Lo que dio pie a las siguientes preguntas: 

 ¿los fantasmas están muertos?

 ¿los fantasmas están vivos o muertos?

 ¿los fantasmas son mortales?

 pero olvidaos de los fantasmas, borradlos de vuestro pensamiento porque esta no es una historia de fantasmas aunque ocurre en los fantasmales días de invierno, en una soleada y luminosa mañana de la víspera de Navidad (la Navidad también ha muerto), en pleno calentamiento global posmilenio, y trata de cosas reales que les pasan realmente en el mundo real a personas reales, en tiempo real y en una tierra real (hum…, la tierra también ha muerto):

ALI SMITH - "Invierno" - (2017)


Imágenes: Thomas Nagel

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