Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 29 de septiembre de 2023

ME HE SENTIDO MUY SATISFECHO DEL TRATO RECIBIDO


A veces, cuando no se da cuenta, escucho las conversaciones de mi padre. Ayer, por ejemplo, lo escuché desde mi habitación mientras hablaba con una teleoperadora y él, paciente, se lamentaba de la poca calidad de la conexión y decía cosas como: «Verá, yo sé que no es su culpa, pero no la entiendo», o «Solo es cuestión de cambiar el número secreto de la tarjeta y me haría un favor enorme si me ayudara». Al colgar, oí que accedía a hacer una encuesta para valorar el servicio: «Me he sentido muy satisfecho del trato recibido», dijo.

   Pensé que un padre que accede a hacer una encuesta después de media hora de trámites engorrosos es bueno. Que mi padre es bueno.

   Cuando estoy en Madrid, mi padre me lleva a los sitios. Dice que quiere jubilarse pronto para poder llevarme en coche a todos lados porque yo no conduzco y a estas alturas ya ha perdido la esperanza de que lo haga. Dice que será mi Uber particular. Durante estos viajes en coche, a veces temo no saber qué decir, porque se queda callado, pero tengo un repertorio de bromas que aunque ya han caducado siempre desempolvo cuando tengo miedo de no ser lo suficientemente divertida para él.

   Al despedirnos, mi padre en Atocha se queda rígido, esperando mientras la revisora me escanea el billete, y siento su mirada fija en mí a través del control, y pasamos las maletas y yo al otro lado y él sigue ahí, de pie. Es mi padre en Atocha que espera, y soy yo que agito la mano como queriendo decir: «Estoy bien, papá, voy a estar bien», aunque sabemos los dos que luego la mayoría de las veces tampoco es así.



   Me doy la vuelta rápido porque siento que tengo que irme.

   Mi padre y yo siempre estamos despidiéndonos en sitios y a veces pienso que él querría que me quedara más, pero yo no sé hacerlo —a los hijos, creo, se nos enseña a hacer eso, a saber quedarnos, pero yo, en algún momento, lo olvidé—.

   Nunca he visto cómo se marcha mi padre de Atocha. Para mí, se queda siempre en la estación, hasta la próxima vez que vengo y me recoge en la planta de arriba, la de llegadas.

   Ya desde dentro del vagón, miro la pantallita del móvil, las llamadas perdidas, y vuelvo a ver su nombre, su apellido, que es el mío, y sé que un día tengo que cambiarlo y poner «papá», pero sé que él tampoco se enteraría, que quizás la única que tiene que enterarse soy yo.

   Pero solo pienso en cambiarlo cuando me estoy yendo de Atocha. Irse de los sitios es siempre desear volver, y solo desde ahí, desde el deseo, puedo yo volver a llamar a mi padre.

LAURA FERRERO - "La gente no existe" - (2021)


Imágenes: Jason Boyd Kinsella

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