Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 13 de febrero de 2023

ENTREGADOS AL VICIO DE NO HACER NADA


La cremaron. La madre de Pablo había pedido eso, y que tiraran sus cenizas al mar. Pero no en ese mar turbio de la costa de la ciudad, sino en Barú, una isla cerca de Cartagena, donde habían vivido un tiempo cuando eran niños.

 —Tenía que complicarnos la vida —se quejó Sarakey, ya en la lancha colectiva, rumbo a Barú. Ahora Sarakey fumaba mucho, demasiado. ¿Desde cuándo? Según Meredith y su marido —que iba con ellos—, desde que la madre empeoró.

 Pablo sostenía el tarro con las cenizas: estaba nervioso, temía que se le cayera y los restos de su mamá terminaran en el piso de esa lancha hedionda a pescado. Ya era bastante indigno el recipiente que la contenía: un pequeño calambuco plástico que Meredith había comprado a último momento porque la urna del crematorio era muy pesada.

 Era martes. La lancha llevaba pocos pasajeros. El sol les pegaba de costado y el calor ardía en la piel. Se sentía abombado, con la presión por el piso. Se aferraba al tarro con la fuerza necesaria para mantenerlo a salvo sin hacerlo reventar. Poco después de irse de Cartagena entendió por qué lo había hecho: por supervivencia. Era evidente que, mientras vivió allí, el entendimiento no le llegó de un modo fluido. Ese clima, que todo el año era igual —aunque se empeñaran en decir que cuando llovía era invierno y cuando no llovía, verano—, te iba chamuscando el cerebro por pedazos, y era así como, a la mediana edad, niños que habían nacido rosados y avispadísimos se convertían en señores marrones que caminaban en círculo, sin prisa ni perspectiva. Aplastados, entregados al vicio de no hacer nada.

MARGARITA GARCÍA ROBAYO - "Tiempo muerto" - (2017)


Imágenes: Jake Ricker

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