Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 10 de septiembre de 2022

QUIERO EL JUICIO FINAL AHORA


De tanto en tanto, la comunidad salía de su arrobamiento. En una ocasión, a medianoche, un Trabajador enloqueció y puso fuego a la casa donde dormían su mujer y tres hijos, que murieron asfixiados. El hombre corrió por las calles llorando y riendo, entró en la torre del Profesor y se arrojó por el balcón. El suicidio no era insólito entre los Trabajadores y los Profesores cuando llegaban a cierta edad y comenzaban a preocuparse por la pérdida de sus facultades y la cercanía de la vejez, aunque sí lo era entre los Soldados, acostumbrados a la disciplina. Pero los homicidios eran muy raros, y ocurrían por lo común poco antes de un ataque bárbaro.

En otra oportunidad, un viejo se metió en el museo y se puso a destrozar sistemáticamente las vitrinas y los tesoros que había dentro. Encontró una lata de pintura roja, y escribió en la pared del museo: SOY UN VIEJO Y QUIERO EL JUICIO FINAL AHORA. Llegó hasta los depósitos de petróleo empuñando una vela, pero sonó una alarma y los Soldados lo mataron a tiros antes de que pudiera hacer más daño. Los Soldados también se encargaban, en secreto, de los seres deformes.

El padre de Marianne dijo: —Hemos delegado en los Soldados el poder policial y la protección de la comunidad, pero están desarrollando por su cuenta un poder autónomo.



Poco tiempo después del incidente del museo hubo otra visita de los Bárbaros. La incursión fue una sorpresa esperada; seis años de tranquilidad eran mucho tiempo, aunque en la comunidad la cuenta del tiempo abarcaba períodos de muchos años y esto de alguna manera cancelaba el tiempo, de modo que un hecho cualquiera podía haber ocurrido ayer o diez años atrás. Estos Bárbaros no eran de la tribu que había matado al hermano de Marianne; vinieron a pie durante la noche, secreta y pérfidamente, envenenaron al ganado que no pudieron robar, se arrastraron sobre el vientre dejando atrás a los centinelas y estrangularon a los que estaban de guardia. Cuatro Trabajadoras desaparecieron.

—Les abren el vientre a las mujeres, después de violarlas, y les meten gatos dentro y las cosen —dijo la niñera, que por aquel entonces era una mujer muy vieja y de maneras cada vez más extrañas.

—Eso me parece muy poco probable —dijo Marianne—. En primer lugar, no creo que tengan gatos. Nosotros los tenemos para que las ratas no se coman el maíz y para darles el cariño que nos sobra. Ellos no cultivan maíz y no me parece que sean demasiado afectuosos.

—Vosotros, los jóvenes, creéis que sabéis todo de todo, pero no sabéis nada de nada —dijo la vieja—. Un día de éstos los Bárbaros te atraparán y te coserán un gato dentro del vientre, y entonces sabrás, ya lo creo que sí.

Aunque Marianne no le creyó, sintió un estremecimiento en el vientre como si un gato, un gato negro como el de la niñera, le rondara por las entrañas. Recordó con una claridad visionaria el rostro del muchacho asesino y los collares, los anillos y el cuchillo, aunque apenas recordaba el rostro de su hermano.

ANGELA CARTER - "Héroes y villanos" - (1969)


Imágenes: Mina Mimbu

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