Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 12 de abril de 2022

LA GOMITA Y LOS BEACH BOYS


 Agustín disuelve la morfina en agua fría y se la alcanza con una expresión compungida, de la que Manuel se desentiende mientras habla y acaricia al gato:

—¿Sabés lo que más voy a extrañar, aunque te parezca raro? A mi cuerpo. Me cuesta imaginarme fuera de este cuerpo. Es lo único que conservo de lo que fui viviendo, porque los pocos recuerdos que tengo de estos años —fotografías, cartas, poca cosa en realidad— los dejé en Buenos Aires. Ninguno vino conmigo en este viaje. Bueno, excepto un amuleto, algo tan ridículo que hasta me da vergüenza decirlo: una gomita de pelo. Una cola de caballo, como dicen las nenas, de color fucsia. El nombre viene de un botánico alemán, un tal Fuchs. En serio. Daniela, mi novia, la perdió en un bar de Buenos Aires donde habíamos ido a jugar al pool; uno de esos bares a los que entrás por la avenida o la calle trasera y preparan sándwiches de bondiola. Los hombres de esos bares te reprochan con los ojos, detrás del humo de sus cigarrillos, que hayas traído a una mujer. Hasta que se acostumbran y siguen jugando como si nada, como si dijeran: ni vale la pena protestar.

 


No vamos a dejar que esto (esto que ni merece nombrarse) nos arruine el partido. Viéndolos ahí, ellos mismos parecen vivir en un mundo de hombres las veinticuatro horas, sin hermanas, ni esposa, ni hijas, sin haber salido tampoco del vientre de una mujer… pero te estaba hablando de otra cosa. Ah, sí: la gomita de pelo fucsia que llevo en la muñeca desde ese día, ¿ves? Me sentía libre y feliz entre el humo de las mesas, veinte años recién cumplidos, llevándola al bar donde me llevaba a mí la tía Mirta. Fue nuestra primera salida juntos. Ella se olvidó la gomita sobre la felpa verde y nunca se la devolví. Estaban pasando una canción de los Beach Boys, me acuerdo, algo insólito en un bar de tangos. Cuando miro la gomita en mi muñeca izquierda, es como si esa canción instantáneamente se activara, unida al color fucsia. Donde otra gente usa un reloj, a mí me alcanza con la gomita y los Beach Boys, el tiempo del amuleto, el único recuerdo que tiene un espesor y viaja en mi cuerpo. Quisiera que me enterraras con la gomita, aunque esté desteñida y sucia; porque a esta altura de las cosas supongo que vos te vas a encargar de esos asuntos, ¿no es cierto?

MARÍA CARMAN - "El pájaro de fuego" - (2013)


Imágenes: Silvia Brum

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