Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 8 de octubre de 2021

COMO LA BANDA SONORA DE UNA PELÍCULA FRANCESA

 


   Pero la mayor parte del tiempo Georges estuvo solo en su habitación, leyendo, rascándose, buscando música en el transistor de Donald. A veces miraba las palomas por la ventana; a veces lo miraban las palomas. Las palomas recorrían los tejados dando saltitos por los desniveles, los canalones, los tragaluces, moviendo la cabeza a cada paso con sacudidas secas, brutales, lanzándose a incomprensibles operaciones en formación abierta, por lo general indiferentes unas a otras, en una ociosidad antipática, que Georges nunca hubiera pensado criticar en otros animales. A veces dos de ellas se encontraban frente a frente como por casualidad, se interesaban una a otra, se frotaban largamente los picos de modo casi humano, luego copulaban muy brevemente para huir tan pronto concluían el acto, no siempre en la misma dirección, con un vuelo pesado, impreciso, como de bombarderos cargados en exceso. 


   Eran bastante feas, parecían falsas; entre sus filas había numerosas inválidas, cojas o tuertas, con alopecia y llagas purulentas. Cuando se lanzaban al aire, sus alas restallaban o crujían como el cartón; eran mecánicas, urbanas como las ratas, perfectamente simétricas a las ratas con relación a la superficie del suelo.

   Con la ventana abierta se oían pocas cosas: una conversación violenta sofocada tras un portazo, el nombre de un niño a quien llamaban o a quien reprendían, una alfombra que sacudían, cubos de la basura arrastrados, los arpegios de un trompetista fantasma, zumbido de radios periféricas a las horas de las comidas, las risas contenidas de las ratas del espacio. Todos esos ruidos se organizaban en el vientre reposado de la casa, se armonizaban como si estuvieran escritos, como la banda sonora de una vieja película francesa.

JEAN ECHENOZ - "Cherokee" - (1983)

Imágenes: Sammy Stein

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