Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 23 de octubre de 2021

COMO DIOS SE MANIFIESTA

 


Durante el verano del treinta y nueve, Dios giraba en torno a todo y sucedieron cosas inexplicables e insólitas.

 Al principio de los tiempos, Dios creó todas las cosas posibles, a pesar de que Él mismo es el Dios de las cosas imposibles, aquellas que no suceden jamás o que se dan muy raramente.

 Dios se manifestó en las bayas silvestres, tan grandes como las ciruelas, que maduraban bajo el sol justo al lado de la casa de Espiga. Esta arrancó las más maduras y, mientras frotaba su piel violeta con un pañuelo, vio en su reflejo otro mundo. Allí, el cielo era oscuro, casi negro; el sol se veía borroso y lejano; el bosque parecía una muralla de palos desnudos clavados en el suelo; la tierra, ebria y vacilante, sufría llena de agujeros. Allí la gente resbalaba en el lodo negro. Espiga comió esa baya de mal agüero y sintió en la lengua su sabor áspero. Comprendió que tenía que reunir provisiones para el invierno, muchas más que en cualquiera de los anteriores.



 Desde entonces, cada mañana, Espiga levantaba a Ruta de la cama al amanecer, iban juntas al bosque y de allí regresaban con todo tipo de riquezas: cestos de setas, cubos de fresas silvestres y de arándanos, avellanas aún verdes, agracejinas, cerezas de San Gregorio, arándanos rojos, bayas de cornejo macho, de saúco negro, de majuelo y de espino amarillo. Durante varios días lo secaban todo a la sombra o bajo el sol. Inquietas, observaban si este relucía igual que antes.

 Dios turbó también el cuerpo de Espiga. Se manifestó en sus pechos, que de repente se llenaron milagrosamente de leche. Cuando la gente se enteró, empezaron a ir a escondidas a casa de Espiga. Colocaban bajo su pezón la parte del cuerpo que tenían enferma y ella les rociaba con un blanco hilo de leche. Aquella leche curó la conjuntivitis del joven Krasny, las verrugas de las manos de Franek Serafin, la úlcera de Florentynka y el herpes del niño judío de Jeszkotle.

 Todos los que fueron a curarse murieron durante la guerra. Así es precisamente como Dios se manifiesta.

OLGA TOKARCZUK - "Un lugar llamado Antaño" - (1992/1996/2000)

Imágenes: Timothy Boomer

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