Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 27 de marzo de 2021

COMO BUEN ANIMAL NOCTURNO

 


 Con el sonido de las cigarras de fondo y el marchar lento de una locomotora hacia su descanso, acabó un cigarrillo dando vueltas por la plaza de maniobras. Entre las vías auxiliares, guiándose en la oscuridad por la humareda y los chasquidos de la madera ardiendo, encontró al linyera del viaje en un remanso lleno de yuyos y chatarra ferroviaria. El hombre estaba calentando agua en una lata transformada a pava y, con un movimiento amistoso de manos, lo invitó a sentarse en su ranchada, ofreciéndole un mate calentito. Entre el amargor de la yerba, y ese chispear casi hipnótico de las llamas, repentinamente, como si se hubiese disparado un mecanismo corroído por el desuso, el tigre Rosinski comenzó a usar sus cuerdas vocales, al tiempo que cruzaba las piernas junto al fogón…

     —Recién van a ser mis primeros mates de vuelta en Buenos Aires.

     —¿De dónde vuelve, compadre?

     —Estuve veinte años sopre en Ushuaia, la Siberia argentina. Hasta que me trasladaron a Rawson porque estaban cerrando el penal. En Rawson pasé cinco años más. En total veinticinco abriles adentro por matar un cana —le dio unas chupadas al mate mirando el bailoteo del fuego—. Recién van dos días que me dejaron salir y la verdad que es bien jodido todo, che. Todavía me estoy creyendo en gayola.



     —Pasa que no se ha sacado los zapatos.

     —¿Los zapatos?

     —Tiene que volver a sentir la tierra bajo los pies.

     Esa noche se quedó un buen rato junto a las brasas, descalzo y mirando la noche cubierta de estrellas. No se dijo nada más. Compartieron un cigarrillo liado hasta que se durmieron abrazando sus morrales y roncando plácidamente. El tigre despertó al rato, en mitad de la noche, no podía mantener el sueño por demasiado tiempo… era la costumbre adquirida, el menor ruido lo despertaba. Como buen animal nocturno, salió a merodear por los alrededores. La luna era llena y se divisaban los contornos. La maleza entre las vías, las luces de los galpones y a la distancia, el suburbio iluminando el horizonte con algunos faroles amarillentos. Desde allí llegaba el sonido tenue de una radio.

En realidad, habían sido tres los policías, pero el tigre siempre se acordaba del primero. Ese se le había muerto feo, con el arma a medio sacar, la cara como torcida y la sangre de bufanda. El cuerpo azulado hecho un ovillo sobre una calle de tierra. Y ese pequeño y molesto gemido que no terminaba de apagarse.

     Volvió a dormir luego de dar algunas vueltas por la estación. Se recostó junto a las brasas apagadas de la fogata, soñando que bailaba una milonguita con una de sus primeras novias.

FABIÁN BEVILACQUA - "De golpe la fauna" - (2012)


Imágenes: Stepan Chubaev

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