Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 21 de marzo de 2021

AQUELLA MORADA PATRICIA

 


Aquella morada patricia tenía este mismo aire de abandono hace ya más de treinta años, cuando yo recorría diariamente la calle para ir al colegio de los Hermanos, que se halla en las cercanías; y era difícil imaginarla de otra manera, tan absoluta era la expresión hermética de aquellas piedras ennegrecidas, semejante a la de un rostro envejecido y patinado que los años ya no podrán modificar. Pero me resultaba imposible creer que aquel decorado ocultara solamente el vacío, que aquella pantalla muerta no encubriera ningún destino. Yo sabía que hay seres que no quieren ser vistos y que, por razones personales, pretenden vivir al margen de la sociedad. ¿Qué mejor lugar de apartamiento podrían encontrar que una casa como aquélla? Cada día, según mi estado de ánimo, me forjaba una nueva hipótesis. Entre el millonario enloquecido que coleccionaba libros prohibidos o que tenía secuestrada a una sobrina quejumbrosa, y la actriz senil que rumiaba sus recuerdos apacentándose de flores marchitas, había lugar para toda clase de personajes pintorescos y fascinantes, gracias precisamente a su misterio o a su singularidad: el príncipe exiliado, el monedero falso, el general en desgracia, qué sé yo, sin contar otros muchos procedentes de mis lecturas novelescas.



 En invierno, en los días sombríos y a la hora en que se encienden las farolas, mi imaginación se volvía más dramática y me sugería que aquella era la casa del crimen, de un crimen olvidado pero que, en su momento, dejó estremecida a la población. Tanto horror me llenaba de delectación, aunque, afortunadamente, jamás me hubiera atrevido a franquear los umbrales de aquella mansión, que debía de estar custodiada por fantasmas amenazadores o melancólicos emboscados en las tinieblas. Ahora voy a atravesar el umbral encantado, pues héme aquí convertido en inquilino de la planta baja del edificio. La he alquilado sin visitarla siquiera, como quien compra un recuerdo. Un niño no hubiera actuado de otra manera. Pero yo nunca he dejado de soñar, y los años que se acumulan sobre mis hombros, ¿qué otra cosa me han enseñado, sino a abismarme más obstinadamente en mis sueños?…

MICHEL DE GHELDERODE - "Sortilegios" - (1941)


Imágenes: Daniel Richter

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