Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 28 de septiembre de 2020

JUGAR A LA GUERRA

   

  Además de soldaditos, mi abuelo Rómulo también fabricaba pesebres. Lo hacía a partir del mismo sistema: moldes de arcilla que llenaba con una mezcla de papel y de cola, los dejaba endurecer durante algún tiempo y luego los pintaba uno por uno. Hacía pastores, ovejas, vírgenes, vacas, san josés, caballos, jesuses recién nacidos, camellos, reyes magos con turbantes, más etcéteras y etcéteras. 

   La guerra y la religión se encontraban en su taller. 

   Y no creo que se trate de una casualidad. 

   Por una cosa o por otra, la guerra y la religión suelen andar demasiadas veces juntas a lo largo de la historia humana. 

   Los soldaditos estaban destinados a los niños, y los pesebres a las católicas familias argentinas. Aunque no me cueste nada imaginar que más de un nene, mientras sus padres dormían las calurosas siestas de diciembre, se pasara la tarde entera jugando con sus soldaditos a hacerles la guerra a los muñecos del pesebre. Por supuesto, los victoriosos siempre serían los soldados, los integrantes del pesebre no tenían armas como para defenderse de ningún ataque. A no ser, claro, que el nene en cuestión de repente descubriera la galería de superpoderes que podía albergar en su turbante un rey mago. O una virgen bajo su manto. Ni que hablar de las posibilidades sobrenaturales que podía ofrecer el pequeño Jesús recién nacido.   


  La guerra y la religión se amontonaban en el taller de mi abuelo Rómulo. 

    Y cuando unas líneas atrás escribí que tal convivencia no me parecía una casualidad, no lo hice pensando en la obvia e innumerable cantidad de guerras que tuvieron, y tienen todavía, su origen en las diferencias religiosas que existen entre los habitantes del mundo.

   (...) Los soldaditos que fabricaba mi abuelo Rómulo medían entre diez y doce centímetros de alto. No tenían nada que ver con los de plomo o los de plástico, y bastante más pequeños, que utilizábamos los chicos de la década de los sesenta para jugar nuestras guerras domésticas. Tampoco representaban a soldados americanos o alemanes, eran granaderos y patricios de principios del siglo XIX, la época de la independencia argentina. 

   Jugar a la guerra. 

   Un oxímoron que le permitió a mi abuelo darle de comer a su familia.

FEDERICO JEANMAIRE - "Wërra" - (2020)

Imágenes: Helena Hauss

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