Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 16 de abril de 2020

QUE NADIE DUERMA


Durante esos días, compró algunos discos (Carmen, La traviata, Aida, El barbero de Sevilla), cuya escucha, en su aparato reproductor, no solo no la conmovía, sino que acababa poniéndola nerviosa. En cambio, cuando estas composiciones llegaban a su apartamento a través del respiradero, dejaba de estudiar, iba al cuarto de baño, se sentaba en el bidé o en la taza del retrete y se moría literalmente de amor, no sabía de amor a quién, en todo caso a alguien de otra dimensión, como si la música auténtica perteneciera a una instancia diferente de la realidad en la que ella vivía y se colara en la suya a través de los tabiques que separaban esas dimensiones. Esta idea, obtenida de un artículo leído en internet, le provocaba una fascinación a la que no podía sustraerse.

   Ahora, para bajar a la calle, utilizaba siempre las escaleras, deteniéndose con brevedad frente a la puerta del apartamento del tercer piso, que se encontraba debajo del suyo. Por lo general, la música estaba alta, pero no resultaba molesta. Nunca coincidió con la persona que ocupaba el apartamento, de quien llegó a pensar que se trataba de un universitario o universitaria acostumbrada a estudiar con música. En sus tiempos de estudiante, había conocido a gente capaz de concentrarse con la radio encendida.



   Cuando faltaban dos días para su examen de taxista, y un poco cansada ya de repetir test psicotécnicos y de colocar calles del extrarradio en mapas ciegos, decidió armarse de valor y bajar a conocer a la persona del tercero, propietaria de aquel repertorio musical. Previamente, se duchó y se perfumó, pero se puso sobre la ropa interior un chándal de andar por casa a fin de no parecer que se había arreglado para la visita. Le temblaban las piernas a medida que descendía cada escalón, como si, en lugar de bajar al tercero, estuviera descendiendo al sótano. Llamó tímidamente a la puerta, atravesada en ese instante por la queja de un tenor (había estudiado ya las diferentes tesituras de las voces) que daba la impresión de implorar algo, Lucía no sabía qué porque lo imploraba en italiano.
JUAN JOSÉ MILLÁS - "Que nadie duerma" - (2018)

Imágenes: Rodney Wood

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