Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 8 de abril de 2020

DICEN QUE AHÍ RONDA EL DIABLO


Las baldosas del corredor relucen, porque Etelvina, la mujer de Pedro Luis, se encarga de mantener la casa como una patena. En esos momentos me olvido de todo lo desagradable. Me siento otro. Así le ocurría también a mi padre. Aunque esas cosas nunca las contaba. Y no es que el lugar despierte sólo buenos recuerdos. Pero, me siento atado a él, y a sus historias, donde el Diablo es uno de los principales personajes. La casa fue construida hace cien años, por mi bisabuelo. Se le han hecho muy pocos cambios desde entonces. La noche en que mi bisabuelo murió, una gran higuera que crecía junto al corredor de atrás, se quemó hasta las raíces. Quizás le cayó un rayo, porque esa noche hubo una tormenta. También una parte de la casa fue alcanzada por las llamas. Cuando la reconstruyeron, el lugar donde crecía la higuera quedó bajo el nuevo corredor. Allí están ahora la cocina y los dormitorios de servicio. Dicen que ahí ronda el Diablo. A veces oigo a los perros gemir por las noches. Dicen en el campo que los perros lloran cuando el Malo anda cerca.



   Cuentan que mi bisabuelo hizo un pacto con él. Un pacto para que lo favoreciera a él y a sus descendientes, hasta su nieto. O sea, hasta mi papá. Pero a mi pobre padre poco lo favoreció ese trato. Yo estaría libre, según esa leyenda. Pero no tanto desde la noche en que murió Lucindo. Desde entonces siento la presencia del Diablo cada vez que llego al fundo. Ahora mismo, por ejemplo, mientras oigo las novedades que me larga Pedro Luis con su voz mortecina, sin inflexiones, vuelvo a sentir su rara proximidad. Se me ha convertido en algo familiar, en algo inseparable de la casa, de mi familia y de mí.
HUGO CORREA - " Los Ojos del Diablo" - (1972)

Imágenes: Andrew M. Kish III

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.