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sábado, 19 de octubre de 2019

¿POR QUÉ NO SE ME OCURRIÓ A MÍ ESO?


Hace unos años, el artista inglés Damien Hirst compró un tiburón tigre muerto, lo introdujo en una enorme vitrina o urna de acero y cristal, lo bañó en formol, le dio el pomposo título de La imposibilidad física de la muerte en la mente de un ser vivo y lo vendió por más de un millón de euros. Cada vez que pienso en ello, me tiro de los pelos. ¿Por qué no se me ocurrió a mí eso?



   A mi juicio, el arte conceptual está basado en meras ocurrencias, ideas chocantes o provocativas, que sorprendan, escandalicen y, con un poco de suerte, asqueen (una de las primeras obras de Hirst era una caja de cristal que contenía una cabeza podrida de vaca, devorada por moscas y gusanos vivos). Que sea nuevo y diferente es lo único que importa. En el siglo XXI, la vieja consigna de épater le bourgeois sigue funcionando, ricos y ricas enjoyadas y cargadas de pieles, se dan de tortas por tener el privilegio de adquirir una de esas estúpidas obras. De modo que sí, desdeño el arte conceptual, me parece una inmensa tomadura de pelo; al fin y al cabo, su inventor, Marcel Duchamp, el artífice del famoso orinal, lo concebía como una gran broma, jamás se lo tomó en serio. Pero es una buena manera de ganar dinero.
CLARA USÓN - "Corazón de napalm" - (2009)


Imágenes: Damien Hirst

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