Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 15 de octubre de 2019

CORAZÓN DE NAPALM


Era un gran hombre, Sid Vicious. Fede compuso un collage con sus fotos (él, que siempre se había negado a hacer trabajos manuales en clase), y lo clavó con chinchetas en una pared de su habitación del piso de Barcelona. En una de sus fotografías se ve a un Sid niño, sonriente y bien peinado, con la corbata rayada del colegio. En otra tiene el pelo de punta, la cabeza ladeada y hace una mueca divertida con la boca. En una en blanco y negro, un primer plano, se le ve de perfil: se está metiendo un pico. Y en la foto preferida de Fede, Sid Vicious, el torso desnudo, está tocando el bajo; tiene la nariz, la boca y la barbilla manchadas de sangre, que también le salpicaba el pecho y le cae en surcos sobre los brazos; algún fan del público ha debido de tirarle una botella de cerveza durante el concierto. 



A Fede le hubiera encantado asistir a uno y lanzarle una lata a Sid Vicious. «I was born to lose / I was born to lose / I was born to lose», repetía Sid Vicious, y él se identificaba con su letanía. Él, Fede, sin la menor duda, también había nacido para perder, estaba perdiendo desde el primer día. «Soy el chico olvidado del mundo / con el corazón lleno de napalm / El que está buscando / buscando qué destruir…», amenazaba Sid Vicious en otra canción, aunque la mejor era My Way. Cada vez que la oía, se le erizaba la piel. Empezaba lenta, se desgranaban perezosos los acordes de una guitarra, una voz histriónica y burlona cantaba alargando las sílabas, pero de pronto hacían su entrada las guitarras eléctricas y el ritmo se volvía frenético; era ese frenesí lo que lo arrebataba, destrucción, parecía decir, caos, destrucción y velocidad, de eso se trata. 



Se había ocupado de conseguir la traducción de su letra al español, al igual que hizo con las demás canciones de su ídolo. Se molestó en ir una tarde a clase de inglés (la profesora, Miss Gladys, no le reconoció y se opuso a que se sentara al pupitre; hacía cuatro meses que Fede faltaba a su aula); a su término, Fede le pidió a Miss Gladys que le tradujera la letra de My Way. No le costaba nada, puesto que era inglesa, pero la mujer puso pegas, «esta canción no es adecuada para ti», le dijo, después de leerla, y, añadió, «francamente, no me gusta, es obscena». Fede porfió y durante tres semanas no se perdió una clase de inglés. No llegó a hacer los deberes (por no sentar un mal precedente), pero parecía prestar atención y permanecía en silencio, lo cual, viniendo de él, era un homenaje. A la vieja, Miss Gladys, esa deferencia le conmovió y accedió a traducir la canción, quizá como estímulo para retener a ese alumno esquivo.



  
     Y ahora el final está cerca

     Me enfrento a la última cortina


     Escucha, vulva, no soy ningún invertido…



   decía la versión de Miss Gladys, que dejó a Fede perplejo. ¿Qué tipo de insulto era «vulva»? ¿Qué quería decir «invertido»?

   Ian, un amigo escocés de su madre, poeta y peluquero supermoña, que llevaba quince años viviendo en Barcelona, se lo aclaró, si bien a regañadientes: no apreciaba a los punks, tan ruidosos y vulgares (y absolutamente pasados de moda, como le recalcó varias veces), y menos aún a Sid Vicious, ese esquizoide homofóbico. No obstante, acabó por traducirle, pero bien (no como Miss Gladys), la letra de My Way, que en su nueva versión rezaba así:

 
     Y ahora que se acerca el final

     Y está a punto de caer el último telón


     ¡Hey, chocho, que yo no soy maricón!…




CLARA USÓN - "Corazón de napalm" - (2009)


Imágenes: Jie Ma

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