Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 2 de agosto de 2019

LO QUE SE PIERDE EN LA TRADUCCIÓN



Le pido que me lea el nuevo poema que ha elegido. Ella hojea el libro, lee mal, con la cara metida en el libro. No se puede leer de manera decente metiendo las narices en el texto. Y leer un poema es aún más difícil, ni los propios poetas saben hacerlo.

   Hábleme del poema.

   La mujer lamenta la muerte del hombre amado… Su destino era celebrar a aquel hombre, su fuerza, el brillo de su imaginación, pero la mujer dice que lo ha perdido todo, que ha olvidado todo.

   ¿Y qué sintió usted al leerlo?

   Cierta tristeza, este poema me puso muy triste.

   Por favor, siga hablando del poema.

   Agnes habla y yo escucho; habla, yo escucho. Sólo intervengo para pedirle que hable más. Como sé escuchar, eso es muy fácil. Mi táctica es hacerlas hablar y escucharlas.

   Creo que en ruso debe de ser más agobiante aún, dice.




   Ése es el problema de la traducción poética, respondo.

   El lector, o sabe todas las lenguas del mundo, dice Agnes, o tiene que aceptar esto: los poemas quedan menos tristes o menos alegres o menos hermosos o menos significativos, o menos etcétera cuando son traducidos. Menos, siempre.

   Un poeta norteamericano dijo que la poesía es lo que se pierde en la traducción.
JOSÉ RUBEM FONSECA - "Secreciones, excreciones y desatinos" - (2001)


Imágenes: Svetlana 


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