Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 16 de agosto de 2019

EL ABISMO ATRAE




Debería haber dicho que no, que no era posible, que no podía viajar. Decir lo que fuera. Pero no lo dije. Me di explicaciones a mí misma, una y mil veces, acerca de por qué, aunque debería haber dicho que no, terminé aceptando. El abismo atrae. A veces sin que seamos conscientes de esa atracción. Para algunos, atrae como un imán. Son los que pueden asomarse, mirar hacia abajo y sentirse capaces de saltar. Yo soy una de ellos. Capaz de soltarme en el vacío, de caer para ser —al fin— libre. Aunque se trate de una libertad inútil, una libertad que no tendrá después. Libre sólo en el instante que dure la caída.





   Entonces quizá no se trate de que haya aceptado porque no supe decir que no; tal vez, en el fondo, acepté porque quise. En un lugar íntimo y oscuro dentro de mí, allí donde ya no es posible conocerme a mí misma, yo quise. Incluso puede ser que lo haya estado esperando todo este tiempo. Mi propio abismo. Diecinueve años. Más, casi veinte. Esperar que algo, o alguien, que una fuerza a la que no pudiera oponerme, que una circunstancia irremediable e ineludible me obligara a volver. No una decisión propia que no habría podido tomar. El destino o el azar, no yo. Volver. Y volver no sólo a mi país, la Argentina, no sólo a la ciudad donde vivía, Temperley, sino al colegio Saint Peter. El regreso a una especie de mamushka que termina en ese micromundo: un colegio inglés del sur del conurbano, que quise y odié con la misma intensidad.
CLAUDIA PIÑEIRO - "Una suerte pequeña" - (2015)



Imágenes: Matthieu G.

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