Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 11 de julio de 2023

UN FIN DEL MUNDO DE UNA HERMOSURA TIERNA


No he vuelto a escribir. Desde que gané un premio literario con el que siempre había soñado. Porque me han pasado muchas cosas. Y no todas buenas. Mis hijos se fueron de casa. El que fuera mi marido emigró a otra casa. Y yo me quedé sola en casa, mientras fuera se desataba una pandemia.

   Ahora garabateo un cuaderno cuando todavía no ha vencido el cuarto día de confinamiento. Recuerdo bien la mañana en que lo compré en Roma. Lo vi en una librería del centro. Me gustaron sus rayas. Parecía un cuaderno de los del cole. Pensé que lo utilizaría para tomar apuntes sobre mi nueva novela. No podía suponer entonces que se convertiría en la crónica aciaga de estas semanas en las que un extraño virus ha desbaratado nuestras vidas. La mía. La de todos.

   Salgo para lo imprescindible. Hacer la compra y llevársela a Aitana y a su familia, todos enfermos de coronavirus. Y para ir a la radio cada noche. Durante el programa hablo por teléfono con los oyentes. Y poco más. Nada más.

   El reloj de la cocina retumba en el silencio de la casa. Nunca antes me había fijado en el ritmo del tiempo.

   Lento.



   Siento una soledad física enorme. Solo el agua en mi piel me acaricia y me alivia. La aparición de esta enfermedad coincide con una etapa de mi vida en la que me he quedado sola con dos gatos. Nina y Bowie.

   Soy incapaz de empezar la novela. No logro concentrarme en nada. Llamadas, mensajes, algún trabajo doméstico.

   Intento mantener mi ánimo en un estado aceptable. Pero no es fácil. Miro alucinada el telediario. Miles de enfermos, centenares de muertos. Y fuera, la primavera en sus inicios. Un fin del mundo de una hermosura tierna, luminosa, en flor.

   Dicen que es una guerra contra un enemigo invisible. Un enemigo microscópico. Anoche vi pasar un dron por el cielo. Patas iluminadas y una voz que conminaba a la población para que no saliera de sus casas.

   Me asusté. Parecía el Coronavirus en persona. Una araña voladora. Mala.

   Inquietante.

   En cada despertar olvido, durante unos segundos, lo que está sucediendo. Es una sensación de alivio que se deshace enseguida. Un espejismo. Pero esos instantes de normalidad son felices. Una felicidad violenta, que nunca había percibido.

   Hasta ahora.

AYANTA BARILLI - "Una mujer y dos gatos" - (2021)


Imágenes: Walter Chandoha

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.