Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 25 de julio de 2023

NO TENGO TELE Y YA NO LEO LOS PERIÓDICOS


Ellos no lo saben pero aquí estoy bien, con el huerto y los perros, las trochas y mis piernas. La cancela siempre está abierta. No les tengo miedo. Chismorrean. Saben que escondo una escopeta en la cámara del grano, una vieja Sarasqueta del calibre doce. Creen que estoy loca porque frecuento el cementerio, hablo en voz alta frente a la tumba de mi madre, bebo, me río sola y apenas tengo trato con nadie. Tampoco me corto el pelo desde que murió mi vieja. Que estoy mal de la cabeza, dicen. Si acaso estoy loca de puro cuerda. Yo conozco mi sombra y mi verdad.

   Aquí no toman afecto a los extraños como no se lo tomes tú primero a ellos, y a mí nunca me convino el esfuerzo. Prefiero tenerlos a raya. Ellos no saben nada pero hablan, hablan, hablan. Cuchichean. Yo, en cambio, he visto cosas y me las callo. Me han puesto motes. Lo sé porque me lo cuenta Ibrahima, mi mejor amigo, el único; solo él me llama Angie, como me puso el pintor inglés. La de los Marotos, me dicen, por el apellido de mi familia paterna. En estas serranías llaman maroto al carnero padre que ha servido para la propagación. También me llaman la chalada de la casona. La guillada de El Hachuelo, porque así se conocían estas tierras que habían sido nuestras hace años, muchos años. También me dicen la puta inglesa.



   No tengo tele y ya no leo los periódicos; a veces, por la noche, pongo la radio por escuchar canciones y otras voces que no sean la mía. Ellos creen que saben, pero están equivocados. Los veo cuando bajo al pueblo, algún viernes, el día en que llega la camioneta del pescado, y los domingos. Si se cruzan conmigo, la mayoría aparta la mirada; otros sonríen como los gatos, se dan codazos, me acechan por el rabillo del ojo, me miran los zapatos de cordones que usaba mi madre; no me gusta que me miren los pies. La sacristana se santigua. Algunos me saludan y me preguntan qué tal, si necesito algo, como si nada, como si yo no supiese lo que cominean a mis espaldas. Otros corren los visillos. Unos pocos me aprecian. Aquí, aunque prefieran no echar cuentas, todos somos medio parientes. Hijos del incesto. Primos con primos, tíos con sobrinas deslavazadas.

   Puedo imaginar lo que dicen. En el bar. En la almazara. En los corros de sillas que las comadres sacan a la fresca, frente a la casa de la sacristana. En la iglesia. Que deberían encerrarme. Que desde que falta mi madre estoy peor. Que fueron las drogas, como pasó con mi hermano. Que habría que derribar la casa porque está hecha una ruina. Que si fulanito me vio bañándome desnuda en la poza del río.

OLGA MERINO - "La forastera" - (2020)


Imágenes: Lee Madgwick

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