Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 3 de mayo de 2023

ESAS COSAS QUE SE DICEN CUANDO MUERE ALGUIEN


Cuando murió mi suegra, mi mujer dejó de tocar el violonchelo. No me sorprendió y casi me conmovía esa forma de luto que significaba no acercarse a un instrumento que siempre había tocado en compañía de su madre. Era una manera hermosa de reconocer su falta, de honrar el hueco que dejaba, pensé. Me pareció una muestra de delicadeza por mi parte no decirle que debía volver a tocar, que la vida sigue y esas idioteces que se dicen cada vez que muere alguien. Además, todos tenemos un ritmo distinto para el duelo. Mi hijo, por ejemplo, cuando murió su abuela, durante el entierro, no dejó de jugar con su pistola de agua, disparando a sus amigos y a las cruces del cementerio; y antes de cerrar el ataúd incluso se atrevió a disparar al rostro de su abuela muerta, como si estuviesen jugando a que él la mataba con los disparos y yo pensé que el niño no entendía lo que era la muerte y que probablemente esperaba que la abuela dejase de fingir de un momento a otro y saliese de su escondite. Pero mi mujer era otra cosa, ella se volvió gris de un día para otro, en serio, perdió color, el esmalte de sus dientes se volvió opaco, el pelo se le quedó lacio. Pobre, decía yo, pobre. Y me apenó tanto el día que la vi llevando el violonchelo al desván; entonces sí dije esas cosas que se dicen cuando muere alguien, pero para entonces ya había pasado más de un mes y me pareció apropiado, espera, cariño, no lo guardes, a lo mejor un día vuelves a tocar, todo se pasa, en serio, todo, ahora te parece insoportable pero empezarás a olvidarte poco a poco, habrá incluso días en los que no pienses en ella. Y cuando menos lo esperes, sacarás el instrumento del estuche, comenzarás a tocar, a disfrutarlo como antes.

   Ella escuchó mis palabras con un pie en el primer peldaño de la escalera. Confieso que me había emocionado a mí mismo con mi breve discurso sobre el dolor y el olvido, y que las lágrimas volvían borroso el rostro de mi mujer. Deja, deja el violonchelo en el salón, hasta que un día él te llame para que lo abraces.

   Me limpié las lágrimas. Vi los ojos secos de mi mujer. Odio el violonchelo, dijo, lo he odiado desde niña. Y ya no hay nadie que me obligue a tocarlo.

   Subió la escalera con el violonchelo en brazos y lo dejó en el desván. Ahí sigue. Ni siquiera se lo llevó el día que se marchó de casa.

JOSÉ OVEJERO - "Mundo extraño" - (2018)


Imágenes: Xiao Wang

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