Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 30 de diciembre de 2022

PERO NO CON LOS OJOS


Mi abuela encontraba agua con unas varitas de hierro que parecían unas alas, y su padre sabía cuándo llovería y cuándo no, y la gente, que no quería nada a mi bisabuelo porque les daba miedo, iba a verlo, a preguntarle si había que sembrar. Un día estaba recogiendo hierbas con mi abuela y le pregunté qué eran las cascadas. Yo las veía desde siempre, colgando entre el cielo y la tierra, como las nubes. Unas más gordas, otras más delgadas, de un azul disimulón, bonito y transparente como el del río. La abuela miró la parte del cielo que yo señalaba y exclamó: «¡Ay, Virgen, hija mía! ¡La hemos hecho buena!» Y no dijo nada más. Mi abuela se llamaba Dolors. La abuela Dolors no me dijo que debajo de las cascadas hay pozos y ríos subterráneos. No me dijo que las cascadas indican agua ni que solo las veíamos mi bisabuelo, ella y yo. Ni que por eso encontraba agua ella. Ni me dijo que quien ve cascadas ve más cosas. Pero no con los ojos. Con el vientre y con todos y cada uno de los pelos de los brazos y del colodrillo, y con el hígado, con la pleura, el corazón y la hiel, y con todas las partes del cuerpo sensibles al miedo y a las penas. Ni dijo nada de la oscuridad de las esquinas. Ni de las cosas tristes que son como una bofetada. Ni de las cosas que no se pueden hacer nunca, bajo ninguna circunstancia. Ni de los que mueren y no se van. Ni de los agujeros por los que respira la tierra. Ni de la balanza.



A veces, en broma, mi marido me llama Reina de las Nieves. Porque me llamo Neus. Y siempre sé cuándo va a nevar. A mi marido lo llamo Agustí, que es el nombre que le puso su madre, pero todo el mundo lo llama alguacil. Menos nuestras hijas, que lo llaman papá. En el cuento de la Reina de las Nieves, la Reina de las Nieves tenía un espejo. Un espejo en el que solo se veían cosas tristes y malas si te mirabas en él. Una vez, unos duendes tenían que transportar el espejo al palacio de invierno, pero resbalaron, se les cayó y se les rompió en mil pedacitos. Y esos mil pedacitos se esparcieron por todas partes. Se les metieron en los ojos a algunos y desde entonces, todo cuanto veían esas personas era triste y feo. Y a otros se les metieron en el corazón, y solo sentían rencor y pena. Y a mí se me metió una esquirla en un ojo y veo algunas cosas tristes, veo el mal que han hecho a algunas personas y noto a los que han muerto y se han quedado atascados. Y si me atrevo y tengo energía o si están cerca de los que quiero, les explico que se tienen que marchar.

IRENE SOLÀ - "Canto yo y la montaña baila" - (2019)


Imágenes: Markus Kay

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