Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 26 de diciembre de 2022

EL GRAN SORTEO PRENATAL DE LAS ALMAS

 


Últimamente estoy pensando, aquí sentado, junto a la ventana, que las personas felices son sociables por naturaleza. Se reconocen entre ellos mediante señales sutiles. En este barrio abundan. Durante los fines de semana se arraciman y apretujan en los jardines traseros y en los parques, sonriendo y meneando la cola como perros. 

He estado pensando que en el gran sorteo prenatal de las almas yo fui a parar a la especie equivocada. Estaba destinado a algo más pequeño, más término medio, más solitario: un vil insectito, quizá, como el personaje del gran relato de Kafka, que se despierta una mañana y descubre que se ha convertido en una cucaracha enorme. Claro que «en el fondo» siempre lo había sido, solo que un día se despierta y se entera. 

Lo he aprendido poco a poco. Un largo descenso a la vileza. 

Piel reseca de serpiente perdiendo las escamas, barriga hinchada de sapo, piernas descarnadas como patas de pájaro, oliendo a chivo, cara de camello, mente de alce enloquecido que los lobos derriban. Cojo, arrastrando los pies, tropezando en las grietas de la acera.

Tengo una pistola. 

Horas, días, semanas enteras transcurren sin dolor. En su mayor parte, los desperdicio durmiendo; he llegado a dormir veinte horas al día. Si no, miro por la ventana, deseando atestiguar todo lo que ocurre en este barrio tranquilo, o bajo arrastrándome hasta el río, recurriendo a un bastón, o me quedo sentado contándome historias. 

Las mismas historias viejas, siempre sobre «el camino de la vida», el hombre que emprende el camino de la vida lleno de esperanza y de buenos augurios y se adentra en un bosque tenebroso, se pierde en la espesura, despellejado por las zarzas, hasta que al final, merodeando a oscuras, cae por un barranco, se queda despatarrado sobre las hojas secas y las ramas del fondo, moviéndose apenas, y así sucesivamente. 

Las enfermedades podrían nombrarse, tienen nombre, no voy a nombrarlas. Esto no va de enfermedades. A no ser que contemos entre ellas la idea de la muerte. 

Roy nunca pensó en la muerte, subió hasta ella meneando la cola.

SAM SAVAGE - "El camino del perro" - (2011)


Imágenes: George Peters

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