Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 2 de agosto de 2022

NUESTRO LÍDER


Cuántos años tuve que aguantarlo, en calidad de ciudadano, a nuestro benignísimo premier. Invadiendo todos los espacios de la radio, la televisión, la prensa, el internet, los chismes de los vecinos, todas y cada una de las conversaciones de sus súbditos. Cuántos años (demasiados) antes de encontrarme ahí, en calidad de único contrincante suyo. Personaje principal será sin duda en esta magistral narración, el magnánimo, es inútil negarlo, y se hace por eso necesario presentarlo ya, con brevedad proporcional a su estatura. Muy gracioso es siempre el primer mandatario, nuestro minúsculo magnánimo (forúnculo), muy gracioso aunque parezca muy serio en la televisión. Nuestro Líder. No he tenido el delicado placer de conocerlo en persona. En la televisión no hace reír intencionalmente a nadie, aunque muchos se rían de él (no conoce ningún chiste).



Habla siempre con las dos manos surcando el aire, en enfática simetría que solamente se rompe cuando la situación amerita levantar el dedo índice de la mano derecha y con la mano izquierda hacer un puño cerrado para soltar una advertencia, inmediatamente retransmitida a todos y cada uno de los rincones de la extensa República de Miranda. Advierte cada vez que puede, cada vez que encuentra un tema sobre el que valga la pena advertir. Advierte por ejemplo que no va a tolerar la corrupción. Y todos sus fieles le creen y aplauden enardecidos, y en lo mucho que dura el aplauso, el minúsculo recluta a los más selectos carniceros humanos de todo el país, a los virtuosos de la masacre, para que aseguren la victoria suya y la de todos sus copartidarios en las siguientes elecciones, a fuerza de fusil y machete. Advierte por ejemplo, dedo erguido, mirada posada en el infinito y más allá, que ni un peso del narcotráfico entrará en sus arcas esta vez. En lo que dura el aplauso embobado Él se lanza a recibir, sin mirar de quién, maletines llenos de dólares, mansiones, aviones, islas o cientos de miles de hectáreas de tierra productiva que suma, sin contarlas, a sus propios cientos de miles.



Advierte su firme índice que no permitirá la injerencia de capitales extranjeros en las grandes decisiones económicas nacionales y aplauden las masas extasiadas, dando brinquitos de la dicha y agitando banderas de la República, mientras que él vende todos los bancos y todos los supermercados y todas las fábricas y todas las carreteras y todo el petróleo y algunas de sus fincas también, las más pequeñas, para que empresas de todo el globo saquen de ellas esmeraldas, mirra y oro. Y si el aplauso le da tiempo, vende también corriendo la selva tropical, con todo y sus bichos y sus micos y con todo lo demás también. Lo hace sin parpadear, el minúsculo, sin bajar el dedo índice, estatua de cera muy chiquitica, esperando siempre el final del aplauso, que nunca llega.

ANTONIO UNGAR - "Tres ataúdes blancos" - (2010)


Imágenes: Bill Mayer

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.