Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 13 de agosto de 2022

LAS EXTRAÑAS TEXTURAS DEL CARIÑO


Escondía sus tesoros en el bosque, dentro del hueco de un tronco del que salía una gran rama a la que solía subir en su infancia para contemplar el horizonte o espiar a los cazadores que se adentraban en esa espesura de árboles entrelazados. Algunas veces, al volver a casa se cruzaba con los últimos cazadores del día y en más de una ocasión le habían regañado: «Chaval, ¿de dónde sales? Ten cuidado y no andes solo por ahí, que un día vamos a tener un disgusto».

A Samuel no lo intimidaban esas amenazas; los cazadores nunca pasaban demasiado cerca de su árbol. Él se sentía seguro abrazado a aquel tronco grueso de ramas anchas y frondosas. Era su lugar favorito, su observatorio de estrellas en verano y su rincón de rabia en invierno. Incluso en los días más fríos había subido al árbol para estar tranquilo y fumar en secreto cigarrillos sin filtro, cortando la densidad helada del aire con el humo picante que paladeaba en su boca antes de expulsarlo. Su refugio era la séptima rama ancha, en una escalera de brotes inmensos y exuberantes. Un nido abandonado de pájaro carpintero que había agrandado con su navaja se transformó en el escondrijo perfecto para lo prohibido. Allí guardaba desde niño una caja metálica donde metía los cigarrillos que con sigilo les quitaba a los adultos.



 Ya entonces le gustaba imaginarse como uno de ellos mientras daba unas cuantas caladas y contemplaba desde su escondite la extensión del bosque, los márgenes de la carretera y los caminos forestales. Espiaba con atención meticulosa todo lo que se movía y lo anotaba en pequeñas agendas llenas de dibujos esquemáticos. En esos cuadernitos registraba detalladamente, como en un diario, los movimientos de los cazadores, los encuentros furtivos de los amantes o la cautela de los diferentes animales al caminar por la espesura.

Samuel era el gran observador del bosque, el vigilante de los murmullos. Con su peculiar instinto se transformaba en una especie de duende invisible capaz de metamorfosearse entre las ramas de su árbol gigantesco. Él supo mejor que nadie de la historia de amor de Tom con la señorita Valeria, la maestra de primaria. Una aventura secreta que duró tres veranos y de la que Samuel aprendió a interpretar las curiosas texturas del cariño. Años después todavía sentía un extraño y excitante pudor cuando se cruzaba con Tom en el supermercado. A Valeria le había perdido la pista después de que esta se casara con un compañero, un maestro también muy joven con el que se trasladó a vivir a una ciudad grande del sur.

ANA MERINO - "El mapa de los afectos" - (2020)


Imágenes: Christoffer Relander

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