Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 28 de agosto de 2022

CUANDO EL ESTADO DE SITIO


Nos habíamos conocido cuando el estado de sitio. Teníamos que caminar abrazados y besarnos si se acercaba cualquier bulto de uniforme. Los primeros besos fueron por razones de seguridad. Los siguientes, por las ganas que nos teníamos.

En aquel tiempo, las calles de la ciudad estaban vacías.

Los torturados y los moribundos se decían sus nombres y se rozaban las puntas de los dedos.

Flavia y yo nos encontrábamos en un lugar distinto cada vez, desesperados de pánico por los minutos de atraso.

Abrazados, escuchábamos las sirenas de los patrulleros y los sonidos del paso de la noche hacia el alba. No dormíamos nunca. Desde afuera llegaban el canto del gallo, la voz del botellero, el barullo de las latas de basura, y entonces desayunar juntos era muy importante.

Nunca nos dijimos la palabra amor. Eso se deslizaba de contrabando, cuando decíamos:

"Llueve", o decíamos: "Me siento bien", pero yo habría sido capaz de romperle a balazos la memoria para que no recordara nada de ningún otro hombre.

—Alguna vez —decíamos— cuando cambien las cosas.

—Vamos a tener una casa.

—Sería lindo.

Por unas noches pudimos pensar, mareados, que se luchaba para eso. Que para que eso fuera posible se jugaba la gente.

Pero era una tregua. Pronto supimos, ella y yo, que antes nos íbamos a olvidar o a morir.

EDUARDO GALEANO - "Vagamundo y otros relatos" - (1998)

Imágenes: Karina Juárez


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