Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 29 de mayo de 2022

Y LLEGARON LOS TÍTERES

 


¡Con cuánta facilidad el hombre se acostumbra a los artificios! Al principio fueron la cirugía estética y las hormonas las que consiguieron escamotear algunos años a la vejez. Una figura carcomida por el tiempo ofrecía un aspecto joven gracias a los medicamentos, cosméticos y masajes, tal un desvencijado automóvil que, mediante una mano de pintura y algunas reparaciones, ofrece una flamante apariencia.

Y llegaron los títeres.

Los viejos pudieron trasvasijar sus apetitos seniles a un cuerpo robusto y hermoso, capaz de realizar los actos humanos con mayor eficiencia y vigor que un adolescente. Aunque una parte de la humanidad considerase una perversión la titeromanía, el resto la miraba con benevolencia, con mayor benevolencia que los antiguos juzgaban la vejez libidinosa. ¿Y por qué? Porque el hombre siempre se halla dispuesto a contemporizar en las cuestiones de utilidad general. La vejez une a la humanidad, porque nadie puede sustraerse a ella. Todos algún día quedarán reducidos a despojos vivientes, que, en el mejor de los casos, inspirarán veneración. Pero vinieron los títeres a demostrar que, en la práctica, la vida comienza a los ochenta y más años. Para el anciano que no le cabía sino esperar filosóficamente la muerte, contemplando en su cuerpo la erosión del tiempo, viviendo de los recuerdos de otras épocas, o aconsejando a jóvenes cuyos rostros no disimulan la ironía, abríase un nuevo mundo de juventud y potencia, atestado de placeres distorsionados, donde entraban perfectamente dotados para satisfacer sus seniles lucubraciones.



Si la ley no pone atajo a la euforia, decían los antitíteres, el porvenir de la humanidad será tenebroso. Pero ¿quién o quiénes serían capaces de tomar la iniciativa? Comenzaba la era de los ancianos. Así como en otros siglos los viejos integraron el gobierno por mayor experiencia y equilibrio, ahora, desde sus títeres, estaban conformando la humanidad a su gusto. Y lo hacían acuciados por el instinto de conservación llevado a su último extremo: su fatal desaparición ante la vejez, proceso hasta entonces imposible de atajar por medios naturales. Quien más probabilidades tiene de imponer un criterio es aquel para quien dicho criterio le garantiza la supervivencia. Si en otros tiempos los hombres lucharon por acumular riquezas con el único fin de procurarse comodidades y placeres, arriesgando en esa lucha lo más sagrado, en la actualidad, desaparecidos aquellos medios, se perfilaban otros de mayores trascendencias: a través de los títeres disfrutar de la vida y sus goces hasta el último suspiro.

HUGO CORREA - "Cuentos reunidos" - (2016)


Imágenes: Christoffer Relander

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