Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 2 de septiembre de 2021

EL PASO DEL TIEMPO

  

   Sentirse extraño y distinto desde la infancia conduce a ser genio. Eso es lo que le pasa a Ceesepe y también a ese otro artista, Alberto García-Alix, el fotógrafo que consiguió sacarle el alma a Camarón para los restos. Alberto se sumerge en el fondo de la mirada, ahí donde se ahogan los sueños, y los rescata. Su fotografía tiene la magia, la brujería, el atractivo que todo artista sueña.

   Sus fotografías son relatos con planteamiento, nudo y desenlace. Por algo Alberto es discípulo de Heráclito. Hay que hacerse cargo, mucho antes de que existieran los relojes y las máquinas de fotos, apareció Heráclito. Sirviéndose de la imagen de un río conseguiría contarnos el paso del tiempo. Lo hizo con palabras. Siglos después de Heráclito, de manera parecida, el fotógrafo Alberto García-Alix sigue contando el paso del tiempo. Lo hace con imágenes que igual saca de una cartuchera colgada de una pared como de un muñeco de futbolín cubierto de herrumbre o de una mano tatuada con la estrella de David y la luna mora. Metáforas con las que el fotógrafo logra detener el tiempo y la mirada. Zapatos, carne, rostros en blanco y negro, algunos ocultos tras una máscara mientras que otros esconden los ojos detrás de un cuchillo. Cuerpos forzados hasta conseguir una apariencia natural, sin límites.

 Como un artista de la cuerda floja, Alberto mantiene el equilibrio entre lo real y lo imaginario, entre lo bello y lo obsceno. Porque sin duda alguna García-Alix es un contador de historias, un narrador puro que juega con el tiempo a la manera de Heráclito, como si tuviera todo el pasado por delante. En los últimos años, su trabajo me ha acompañado. En especial las fotos que le hizo a Camarón y donde quedaría reflejada la encarnadura del de la Isla, gastada ya por el dolor y la risa.

   Retratos en blanco y negro que le tiró a José y donde el cantaor mira a cámara con hondura de mar bravo, convirtiendo a Camarón en lo que ya sería para siempre. Imágenes que han trascendido fronteras y que, vistas ahora, me arrastran hacia lo que Federico García Lorca denominó la terrible noria del tiempo. Le digo a Ceesepe que si lo ve, le dé las gracias de mi parte. Entonces Ceesepe extiende su bigote de herradura en una sonrisa de agradecimiento que le llena los mofletes. Se conocen desde muy chicos.

MONTERO GLEZ - "Huella jonda del héroe" - (2012)


Imágenes: Alberto García-Alix

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