Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 11 de septiembre de 2021

LA RANA HERVIDA

 


  Y entonces paró, y Myrna miró a su amiga, en silencio.
—Me recuerda a uno de esos vampiros emocionales —concluyó Myrna al cabo de un momento.
—¿Un qué?
—Cuando ejercía, me encontré con unos cuantos. Gente que exprime a los demás. Todos conocemos a alguien así. Cuando pasamos un rato con ellos, acabamos hechos polvo, sin motivo aparente.
Clara asintió. Se había relacionado con más de una de esas personas, aunque no en Three Pines. Ni siquiera Ruth encajaba en la descripción: ella sólo agotaba las existencias de alcohol y, por extraño que pareciese, después de visitar a la poeta demente, Clara siempre se sentía descansada, llena de energía.
Sin embargo, había otros que sí le chupaban la vida.
Lillian era una de esas personas.
—Pero no fue siempre así —explicó Clara, intentando ser justa con ella—. Hubo un tiempo en que era mi amiga.
—Exacto, así es como suele ocurrir —declaró Myrna, asintiendo con la cabeza—. La rana hervida.
Clara no estaba segura de cómo responder a eso. ¿Seguían hablando de Lillian, o es que la conversación había derivado hacia un programa de cocina francesa?
—¿Quieres decir la vampiresa emocional hervida? —preguntó Clara.
Estaba bastante segura de que ningún humano había pronunciado esa frase antes que ella. Al menos esperaba que así fuese.


Myrna se echó a reír, se reclinó en el sillón y apoyó los pies en el escabel.
—No, pequeño saltamontes. Lillian es el vampiro emocional, tú eres la rana.
—Suena como un cuento de hadas rechazado de los hermanos Grimm: La rana y el vampiro emocional.
Las dos callaron un momento e imaginaron las ilustraciones.
Myrna fue la primera en reaccionar.
—Se trata de un término de psicología, un fenómeno —aclaró—. Si metes una rana en una olla con agua caliente, ¿qué crees que hará?
—¿Saltar? —sugirió Clara.
—Eso es. Pero si la metes cuando el agua de la olla está a temperatura ambiente y la aumentas poco a poco, ¿qué ocurre? Clara lo pensó.
—¿Que saltará cuando esté demasiado caliente?
Myrna negó con la cabeza.
—Pues no.
Levantó los pies del pequeño taburete, volvió a echarse hacia delante y la miró con atención.
—La rana se queda en la olla. Se va calentando más y más, pero no se mueve, porque se va adaptando a la temperatura. Y nunca salta.
—¿Nunca? —preguntó Clara en voz baja.
—No. Y al final muere.
Clara respiró hondo poco a poco y después soltó el aire.
—Lo he visto en casos de clientes que habían recibido abusos físicos o emocionales. La relación nunca se inicia con un puñetazo ni con un insulto. De ser así, no habría segunda cita. La cosa empieza bien. Con amabilidad. La otra persona se hace contigo, logra que confíes en ella, que la necesites. Y entonces comienza a cambiar. Aumenta el calor sin que te des cuenta. Hasta que estás atrapada.
LOUISE PENNY - "El juego de la luz· - (2011)

Imágenes: Levon Biss

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