Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

ACUARIO

 


   Camiones y un hormiguero de coches, cemento y sonido y frío, nada que ver con el mundo de los peces. Ellos no conocían el viento. Nunca habían sentido frío ni visto nevar. Esperar, eso sí. Esperar era lo único que hacían. ¿Y qué veían ellos en el cristal? ¿A nosotros, o solo a sí mismos reflejados, como en una sala de espejos?

   Yo de mayor quería ser ictióloga. Me iría a vivir a Australia o a Indonesia o a Belice o quizá al mar Rojo y me pasaría la mayor parte del tiempo sumergida en agua cálida, como los peces. Una pecera de miles de kilómetros de largo. Lo malo del acuario era que no podías estar con ellos.



   (...) Levantamos la vista hacia las frondas de un verde claro donde los caballitos colgaban incómodos, como si fueran a caerse. Cuerpo blindado hecho de capas superpuestas, materia vagamente ósea. No aptos para nadar.

   ¿Qué sentido tienen los caballitos de mar?, pregunté.

   El viejo se los quedó mirando boquiabierto, como si estuviera ante su dios. Recuerdo haber pensado eso. Era muy distinto de los otros adultos que yo conocía. No llevaba orejeras mentales. Estaba dispuesto a dejarse sorprender en cualquier momento, dispuesto a ver qué pasaba a continuación, abierto a cualquier cosa.

   Creo que no hay respuesta, dijo por fin. Esas son las mejores preguntas, las que no tienen respuesta. Ni idea de cómo llegaron a formarse los caballitos de mar, ni de por qué tienen la cabeza como los caballos de tierra firme, o qué sentido puede haber en esa simetría desconocida. Ningún caballo verá jamás a un caballito de mar, y viceversa, y puede que ningún otro animal los haya reconocido a los dos, y aunque nosotros sí vemos ahora esa simetría, ¿qué sentido tiene? He aquí la clase de pregunta correcta.



   (...) Mi madre aquella tarde estaba cansada. Se tumbó en el sofá y yo me acurruqué junto a ella y vimos la tele, sobre todo anuncios. En nuestro acuario particular, tan territoriales y fáciles de localizar como cualquier pez. En este tanque solo teníamos cuatro sitios donde refugiarnos: el sofá, la cama, la mesa y el cuarto de baño. Si mirabas en esos cuatro puntos, seguro que nos encontrabas. El resplandor de la tele tiñendo de azul las paredes blancas, como ocurría con el cristal. Un techo muy próximo a nuestras cabezas para que no pudiéramos escapar de un salto. Sonido de un aparato en marcha, la bomba de calor que nos mantenía a la temperatura adecuada. La única pregunta era quién estaba fuera, mirándonos.

DAVID VANN - "Acuario" - (2016)

Imágenes: Steven Kovacs

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