Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 27 de agosto de 2021

LA HISTORIA DEL SILENCIO

   

Se daba el caso de que teníamos tantos amigos que sólo podíamos verlos cada tres o cuatro meses —y eso forzando al máximo nuestra ya desbordada vida social—, lo que me había llevado a no aceptar un solo amigo nuevo en nuestro interminable listado. Eso me hacía especialmente huraño con los desconocidos que invadían nuestra casa. Lo cierto es que me acomodé con tanto placer a esa especie de autismo que acabé tratando a todo el mundo con gran distanciamiento, fuera una rubia pensativa a la que no conocía que se comiera mis albóndigas, o un viejo camarada que llegara dispuesto a reanudar nuestras apasionadas conversaciones. Poco a poco me convertí en el hombre invisible, pero al revés: sólo se me podía ver. A Irene la desconcertaba —también le hacía muchísima gracia— que yo pudiera leer un libro sentado en mi sillón, mientras a mi lado siete personas tramaban dar un golpe de estado en la sección de cultura de un periódico. Cuando se iban y nos metíamos en la cama, Irene me lo explicaba todo como si yo no hubiera estado allí. Fuera del dormitorio, la casa a oscuras ocultaba la suciedad y el desorden de los lugares muy frecuentados.

   (...)  A Irene le encantaba pensar que se iría a la tumba dejando dispersa la información de lo que ella había sido, y su máxima aspiración era resultar distinta, única, para cada una de las personas con las que trataba, como si su alma hubiera decidido que la transmigración era algo que debía resolverse de forma simultánea sin seguir el camino habitual de las sucesivas reencarnaciones. Ser Irene debía de resultar algo extremadamente fatigoso, y lo cierto es que solía estar muy cansada. Uno solo de sus cansancios al llegar a casa y desplomarse en un sillón, tal como hacía en aquel momento, me habría abastecido de agotamiento para un par de años. Y aquello hacía que me sintiera un poco miserable. Como alguien que, sentado en un lugar privilegiado, se resistiera a levantarse por miedo a que otro se lo quitara.

PEDRO ZARRALUKI - "La historia del silencio" - (1994)

Imágenes: Jessica Calderwood

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