Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 10 de junio de 2021

ME QUEDA POCO DE TI

 


Hay tanto dolor flotando en el ambiente… se respiran las balas, la podredumbre de la herida, el fogonazo de la pólvora, su resuello lento, como quien despluma gallinas al desgaire.

   No es desamor ni soledad, es que el aire —el mundo— está “ocupado” por el dolor, la bala, el fuego, el grito.

   No hay espacio para “sacar” lo otro, para expresar esa compasión por los difuntos, los que se perdieron de la vida; ni por los padres, las madres, las novias, los hijos… esa ternura, esa caricia que se mueve, vibra en la piel, y que la mano no atina a procurar… ese rezo que se ahoga en la garganta quiere salir, pero no halla el intersticio. Está copado el tránsito de un extremo al otro, entre tú y yo, entre el resto del mundo y yo.

   Estúpido amor mío, te fuiste a vivir la “vida”, que no fue otra cosa que a vivir la muerte sin sentido. No cambiaste al mundo. No descubriste una cura milagrosa, no sembraste un árbol, ni tuviste un hijo, ni escribiste un libro.

   No tatuaste una historia de amor en mi piel, no acariciaste suficientemente mi ombligo.

   Nadie se acordará de ti. Sólo yo, y no por lo que hiciste, sino por todo lo que no hiciste…

   Estoy atada a una vida que no viví contigo, a una memoria vacía porque no tengo contenido que ponerle. Me aferro a uno que otro momento en el que tú y yo brillamos juntos y que pasa como ráfaga ante mis ojos, como un pájaro raudo que sólo deja la esencia de su perfume animal, incapaz de asirse, porque se percibe, apenas, cuando ya ha desaparecido.

   Me queda poco de ti. Y dentro de esa menudencia, la culpa, que ocupa casi todo mi espacio interior. Si no te hubiera soltado, si no te hubiera “dado permiso” de ir a vivir la vida, permanecerías a mi lado, atado a la vida natural de dos jóvenes enamorados. Claro que nunca me lo pediste ni te lo di. Pero pude haber insistido, echado mano de los recursos femeninos que tenemos, de antiguo, las mujeres, para obligar a nuestros hombres, por debajo del agua.

   Me sentí moderna dejándote libre. Y sólo fui más estúpida que tú. ¿Habríamos llegado a lo mismo diez o veinte años después? No importa. Habrían transcurrido diez o veinte años bien vividos, con hijos y desgarraduras, con reproches y amores marchitos entre nosotros. Pero habríamos tenido una historia que contarnos. Una historia qué recordar. Una memoria que llevarnos a la muerte.

ETHEL KRAUZE - "El país de las mandrágoras" - (2016)


Imágenes: Jeanette Jarville

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.