Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 3 de junio de 2020

QUIZÁ NOS LLEVE EL VIENTO AL INFINITO


—Dijiste algo así como que tú misma habías rechazado cualquier explicación. ¿Qué sabemos de Dios? ¿Podemos imponer a su conducta las leyes de nuestra lógica? Hay quienes lo entienden como Razón, pero también quienes lo temen y acatan como Capricho. Probablemente, ambos aciertan, aunque no enteramente; pero no debemos descartar el hecho posible de que Dios se haya manifestado como Azar. ¿Tendría sentido decir que ciegamente? No, no tiene sentido, pero eso, la ceguera, la oscuridad, quizás el azar infalible, fíjate bien, el azar cuyo secreto sólo conoce el que lo crea, pueden servirnos de metáfora. El azar infalible ¿por qué no? La explicación, acabas de decirlo, hay que buscarla en lo contradictorio.


(...) Llegué a la Catedral Rusa con un paquete grande, y, en principio, no supe a quién buscar ni adónde dirigirme: me sentí desorientado entre los oros del inconostasio, las estrellas y soles de la bóveda y el olor meloso de las velas encendidas: también, que me envolvía un espacio en el que me consideraba inexperto, y por el que, sólo visto y asumido, podría transitar tranquilamente. Me arrinconé y dejé que la mirada se empapase de alturas, se demorase en cúpulas, regresara a sí misma ebria de formas y colores: era un lugar para la esperanza sin espera, un ámbito de ésos en que uno se entrega al tiempo y, con el tiempo, fluye; pero eso mismo me había sucedido alguna vez en otras catedrales, más pétreas y más oscuras, sin llegar a aquella emoción.
GONZALO TORRENTE BALLESTER - "Quizá nos lleve el viento al infinito" - (1984)

Imágenes: Mihail Korubin

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