Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 16 de febrero de 2021

NADIE TIENE MIEDO A LO QUE CONOCE

 


El niño, pensaron sus cuidadores desde el principio, tenía que acostumbrarse a las sombras, a la visión de la profundidad, a las súbitas apariciones de criaturas hasta entonces desconocidas, y decidieron que su habitación sería de cristal. Nadie tiene miedo a lo que conoce, reflexionaron. Sólo lo que no se ve, lo extraño, asusta y paraliza. De modo que la habitación del niño no tendría más paredes opacas que las que daban al interior de la casa. Las que mostraban el exterior serían transparentes y, de esa forma, Darío creció con la presencia de perros abandonados que merodeaban alrededor de la casa en busca de las sobras de la cena. Creció acompañado de los brillos melancólicos de algunos insectos y de los vuelos repentinos de las aves de presa. Aprendió a ver más allá de la negrura profunda de las noches sin luna y prestó atención a los cambios de los contornos y de los aromas del paisaje producidos por la impasible sucesión de las estaciones. Los árboles del bosque, las mínimas variaciones en el horizonte, las ofrendas de la perfección momentánea que parece querer despertarse un instante para morir al siguiente quedaron retenidos como chispazos de felicidad entre los vericuetos de su memoria y, aunque realmente no pudiera explicarlo con palabras ni con imágenes ni con movimientos gestuales de su insólito cuerpo, sabía que debía dar gracias, al igual que sabía que los distintos tramos del tronco de un árbol lo van elevando hacia el infinito. 

PILAR ADÓN - "El mes más cruel" - 2010

Imágenes: Ted Chin

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.