Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 22 de febrero de 2021

DAMARIS NO HABÍA PODIDO TENER HIJOS

 


Damaris no había podido tener hijos. Se juntó con Rogelio a los dieciocho y llevaba dos años con él cuando la gente empezó a decirles “¿Para cuándo los bebés?” o “Qui’hubo que se están demorando”. Ellos no estaban haciendo nada para prevenir el embarazo y entonces Damaris comenzó a tomar infusiones de dos hierbas del monte, la María y la Espíritu Santo, que había oído decir que eran muy buenas para la fertilidad.

 En esa época vivían en el pueblo, en una pieza alquilada, y ella recogía las hierbas en el acantilado sin pedirles permiso a los dueños de las propiedades. Aunque se sentía un poco deshonesta, consideraba que esas cuestiones eran asunto suyo y de nadie más. Las infusiones las preparaba y tomaba a escondidas, cuando Rogelio salía a pescar o cazar.

 Él empezó a sospechar que Damaris andaba en algo y la siguió como a los animales que cazaba, sin que ella se diera cuenta. Cuando él vio las hierbas creyó que eran para hacer brujería, le salió al paso y la enfrentó furioso.

 —¡¿Para qué es esa mierda!? —le dijo—. ¡¿Vos en qué estás?!

 Lloviznaba. Estaban en medio del monte, en un lugar muy feo donde habían cortado los árboles para que pasaran los cables de la luz. Los troncos podridos que todavía quedaban en pie parecían las lápidas descuidadas de un cementerio. Él llevaba puestas sus botas pantaneras y ella, que estaba descalza, tenía los pies cubiertos de barro. Damaris agachó la cabeza y en voz baja le contó la verdad. Él se quedó un rato en silencio.

 —Yo soy tu marido —le dijo por fin—, vos no estás sola en esto.

 Desde ese momento fueron juntos a recoger las hierbas y preparar las infusiones, y por las noches discutían los nombres que les pondrían a sus hijos. Como no lograron ponerse de acuerdo en ninguno, decidieron que él escogería los de los varones y ella los de las hembras. Querían tener cuatro, ojalá una pareja de cada sexo. Pero pasaron otros dos años y ya tuvieron que explicarles a los que preguntaban que el problema era que ella no quedaba embarazada. La gente empezó a evitar el tema y la tía Gilma le aconsejó a Damaris que fuera adonde Santos.

 Aunque tenía nombre masculino, Santos era una mujer, la hija de una negra del Chocó y un indígena del bajo San Juan. Conocía de hierbas, sabía sobar y curaba con secreto, es decir, invocando palabras y rezos. A Damaris le hizo un poco de cada cosa y cuando vio que fracasaba le dijo que el problema debía ser de su marido y lo mandó llamar. Aunque se notaba incómodo, Rogelio se tomó todos los bebedizos, aceptó todos los rezos y soportó todas las friegas que le hizo Santos, pero entre más tiempo pasaba sin que se produjera el embarazo más reacio se ponía y un día anunció que ya no iría más. Damaris lo tomó como un ataque en contra de ella y le dejó de hablar.

 Aunque no dejaron de vivir juntos ni de dormir en la misma cama, estuvieron tres meses sin dirigirse la palabra. Una noche Rogelio llegó medio borracho y le dijo que él también quería un hijo, pero sin la presión de Santos ni de ninguna hijueputa hierba, friega o rezo, y que si ella quería él estaba ahí para que lo siguieran intentando. La pieza donde vivían era el cuarto trasero de una casa grande que hacía mucho tiempo había dejado de ser la mejor del pueblo. Ahora estaba malparada, con comejenes y roña, y la pieza era tan estrecha que apenas cabían la cama, su viejo televisor de caja y una estufa a gas de dos boquillas. Pero tenía una ventana que daba al mar.

 Damaris se quedó un rato junto a la ventana sintiendo en su cara la brisa con olor a hierro oxidado. Cuando él terminó de desnudarse y se acostó, ella cerró la ventana, se tendió a su lado y empezó a acariciarlo. Esa noche tuvieron relaciones sin pensar en hijos ni en nada más y ya no volvieron a hablar del tema, aunque a veces, al enterarse del embarazo de alguna conocida o del nacimiento de un niño en el pueblo, ella lloraba en silencio, apretando los ojos y los puños, luego de que él se quedaba dormido.

PILAR QUINTANA - "La perra" - (2017)

Imágenes: Jorge Idárraga

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