Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 22 de diciembre de 2020

¿USTEDES VEN HERMOSA A SU MADRE?

 


 —Hola a todos, bienvenidos a la Cueva del Agua. Me llamo Pepita y voy a acompañarlos por…, vayan pasando, no se amontonen aquí, decía que los voy a acompañar…, cuidado con resbalarse, esta cueva hace honor a su nombre y no está seca nunca, las filtraciones vienen del techo, como podrán comprender, por favor, sigan pasando, aquí la humedad relativa es…, siga pasando, ¿qué mira? —Un joven de cuello rojo tropical observa a Pepita con un hilo de baba—. Pase para dentro, que aquí hay poco que mirar. Por favor, ¿quieren pasar? No se me amontonen encima. Como les decía, la humedad relativa aquí es absoluta. No toquen nada. Niño, aquí no se puede fumar. —Un mocoso se saca el pitillo de la boca y lo tira al suelo sin dejar de mirar a Pepita con el aire de un estibador del puerto—. Por favor, debo pedirles que no se amontonen a mi alrededor, sigan para delante y no se separen, para que me puedan escuchar, circulen, circulen. Verán que la historia de esta cueva los fascinará. Sigan pasando. Oiga, joven, ¿ve donde apunta mi dedo? Pues ese es el sentido que tiene que tomar.


   El atajo de visitantes, entre el despiste y el cachondeo, se adentra en la hendidura de la montaña. Pepita los ve desaparecer, asoma su cara de azucena a la puerta, comprueba que no queda nadie, saluda a la vendedora de entradas y postales con un levantamiento de gorra imaginaria, cierra el portón, se ajusta la falda de tubo y se mete en la Cueva del Agua.

   —En este estrechamiento que llamamos Garganta Profunda del Cine Español observamos esas amígdalas llamadas estalactitas…

   Pepita quiere que observemos las maravillas que la rodean, pero este narrador no puede evitar observarla a ella, y debe hacerlo con precaución, como quien quita el papel de seda a una pieza de porcelana, procurando que no se rompa, no se desconche, no se malogre. Pepita es porcelana fina. Tan fina que resalta como un milagro entre los botijos de carne y muebles de corcho humano que les iré descubriendo si mi prosa cromañonesca no les espanta antes.

   Pepita tiene dieciocho primaveras y unos recovecos iluminados por una grácil ecuanimidad de espora al vuelo y una pureza de sentimientos de plumón de cisne. Una mujer cuya hermosura le da un sopapo de belleza a Stendhal frente a la catedral de Florencia y lo deja seco. Me mareo. Voy a ponerme algo… ¿Problemas de expresión, narrador? Sí, muchos. ¿Cómo describir lo sublime con los archiperres del abecedario? ¿Ustedes ven hermosa a su madre? ¿Sí? Pues ya está. Pepita es como su madre —disculpen la mención—, esbelta, alegre, bondadosa, generosa y esférica en el sentido de redondez que Aristóteles atribuía a la perfección.

PABLO CARBONELL - "Pepita" - (2019)

Imágenes: Olga Zavershinskaya a.k.a. Armene

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