Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 25 de enero de 2020

EL CLUB DE LECTURA DEL FINAL DE TU VIDA


Una de las muchas cosas que me gustan de los libros es su pura corporeidad. Los libros electrónicos quedan fuera de la vista y caen en el olvido. Pero los libros impresos tienen cuerpo, presencia. Algunas veces, claro, te eluden ocultándose en lugares improbables: en una caja llena de viejos marcos de fotos, pongamos por caso, o en el cesto de la colada, envueltos en una sudadera. Pero otras veces te reconfortan, y uno literalmente tropieza con volúmenes en los que llevaba semanas o años sin pensar. Veo libros electrónicos a menudo, pero nunca me persiguen. Me hacen sentir, pero no puedo sentirlos. Son alma sin carne, sin textura ni peso. Se te pueden meter en la cabeza, pero no pueden asestarte un golpe físico.


(...) Había una manera imbatible de evitar que nos encargaran de improviso hacer alguna tarea en casa -ya fuera sacar la basura u ordenar la habitación-, y era tener las narices metidas en un libro. Al igual que las iglesias en la Edad Media, los libros ofrecían asilo inmediato. Una vez entrabas en uno, no se te podía molestar. No te otorgaba inmunidad si habías hecho alguna diablura, solo un respiro temporal. Pero aprendimos enseguida que uno tenía que estar totalmente absorto en un libro y también tener aspecto de que lo estaba; pasar las páginas sin más no contaba.

WILL SCHWALBE - "El club de lectura del final de tu vida" - (2013)

Imágenes: Jacob Van Loon

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