Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

¿CUÁNDO SE CONVIERTE ALGUIEN EN TU AMIGO?


En aquel tiempo las travesías eran más largas y se hacían más a ciegas. Ahora los barcos eran más veloces, disponían de mejores métodos de navegación y comunicaciones. Todo era bastante más seguro y divertido. Por ejemplo, en su época no había ni vídeo en la sala de recreo, por la sencilla razón de que el vídeo comenzaba a popularizarse justo cuando él dejó de navegar. Uno sólo podía hacer cuatro cosas, además de escuchar aquellos transistores de onda media: hablar, beber, jugar a las cartas o al ajedrez y aislarse de la obligatoria compañía ajena utilizando un libro. Él no era demasiado hablador. Y jugaba mal al ajedrez. Así que bebía y leía. Y sí, ahora todo sería más sencillo y más cómodo. Pero, imaginó, todo sería igual: el mismo olor a combustibles y a salitre, el mismo zumbido de las máquinas, los mismos cambios sofocantes: un viento y un frío indescriptibles en cubierta y un calor asfixiante en el interior; y, sobre todo, el mismo inevitable tener que soportar la presencia demasiado cercana de otros hombres que, por mucho que llegaran a parecerse a amigos no conseguían ser más que compañeros. Después sí. En tierra sí que, unidos por la nostalgia y las experiencias comunes, se convertían en amigos para toda la vida. Pero en alta mar no eran más que eso: sucursales ambulantes del infierno que había que soportar y que te soportaban para que nadie acabara apuñalando a nadie antes de llegar a puerto.



   Y eso lo llevó a otra reflexión: ¿cuándo se convierte alguien en tu amigo? ¿En qué momento, en qué preciso instante comienza el conocido a ser una amistad? ¿Cuál es el punto en que un sentimiento de simpatía deja de serlo para transformarse en aprecio, en ese franco afecto que hace que se tienda un puente entre dos personas que quizá no han compartido clases, juegos en el recreo, partidas de baraja, correrías nocturnas, largas jornadas de instrucción militar o interminables travesías marítimas? Por ejemplo, ¿había sido Héctor su amigo? ¿Lo había sido? Y, si lo había sido, ¿en qué momento había empezado a serlo?

   Al pensar esto, se sintió indefinidamente triste, como en una de esas largas tardes de domingo de otoño en que llovizna mientras el teléfono permanece indefectiblemente mudo.
ALEXIS RAVELO - "Sólo los muertos" - (2008)

Imágenes: Nicolás de la Hoz

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