Desapegos y otras ocupaciones.

viernes, 21 de junio de 2019

EL PROBLEMA DE INCORPORARSE A LAS AULAS





El problema de incorporarse a las aulas por primera vez es el del extrañamiento de la realidad. Qué hacemos tantas niñas calladitas y sentadas en nuestras minúsculas sillas de madera, mirándonos con desconfianza, protegiendo nuestros lápices, deseando lo ajeno, apretando los muslitos para no mearnos encima. La primera toma de contacto con el colegio está marcada por la expulsión del hogar y por el aprendizaje triste de que el cariño no es algo que se presuponga, sino que hay que ganar con el sudor de la frente el privilegio de agarrarse a la falda de la señorita y de que ella te acaricie la cabeza como a los animalitos. Más tarde, con eso no basta y es preciso adquirir una posición dentro del grupo, afianzar una jerarquía, hacerse con el poder y mantenerlo año tras año.




Los bebés soportan que les horaden los lóbulos de las orejas, que se les caiga la tripa seca del ombligo, que les salgan los dientes, los pinchazos de las vacunaciones, la cuchara dentro de la boca, la textura de los purés, el amasijo de los pañales y las escoceduras, con una entereza digna de admiración; los niños, en los colegios, luchan a brazo partido por destacar o por esconderse, por integrarse en el grupo o por conservar la autonomía. La fortaleza que mostramos en los primeros años no puede compararse con ninguna experiencia posterior de una vida adulta de clase media: no estoy hablando de exploradores en el Amazonas o de empresarios que viven en el filo de la ley. Los niños han de poseer un corazón que late a muchas pulsaciones y tiempo por delante, para no encerrarse en un cuarto y renunciar a todo con un cansancio anticipado: fingir que no se entiende, pasar por catatónico, no renunciar al seno de mamá.
MARTA SANZ - "La lección de anatomía" - 2008


Imágenes: James Hale

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.