Citas con los libros.

Desapegos y otras ocupaciones.

martes, 2 de diciembre de 2025

HERMOSA VIUDA: EL ESTADO



 ¿Los mejores años de la vida de Bassepin? ¡La guerra! Vender tan caro como podía lo que compraba lejos por cuatro perras. Llenarse los bolsillos, trabajar día y noche, endosar a los oficiales de intendencia lo necesario y lo superfluo, recuperar, en ocasiones, lo que había vendido a los regimientos que se marchaban para vendérselo a los que llegaban, y así sucesivamente. Un caso digno de estudio. El comercio hecho hombre.

   La posguerra tampoco fue demasiado ingrata con él. Enseguida se percató del frenesí municipal por honrar a los caídos. Amplió el negocio y vendió héroes de bronce y toneladas de gallos galos. Los alcaldes del Gran Este le arrancaban de las manos sus estáticos guerreros, bandera al viento y fusil en ristre, que Bassepin encargaba a un pintor tuberculoso «galardonado en numerosas exposiciones». Los tenía para todos los gustos y todos los bolsillos: veintitrés modelos en catálogo, con opción a pedestal de mármol y letras de oro, obeliscos, niños de cinc tendiendo coronas de flores a los vencedores y alegorías de Francia como joven diosa consoladora con los pechos al aire. Bassepin vendía memoria y recuerdo. Los ayuntamientos saldaban su deuda con los caídos de forma bien visible y duradera, con monumentos rodeados de tilos y gravilla, ante los cuales, cada 11 de noviembre, una ardorosa fanfarria tocaría los aires marciales de la victoria y los patéticos del dolor, mientras que de noche los perros callejeros se meaban por todas partes y las palomas añadían sus inmundas condecoraciones a las concedidas por los hombres.



   Bassepin tenía una enorme barriga en forma de pera, un gorro de piel de topo que no se quitaba ni a sol ni a sombra, un sempiterno palo de regaliz en la boca y los dientes muy negros. Cincuentón y solterón, no se le conocía ninguna aventura. El dinero que ganaba se lo guardaba; no se lo bebía ni se lo jugaba, y tampoco se lo gastaba en los burdeles de V. No tenía vicios. Ni lujos. Ni caprichos. Sólo la obsesión de comprar y vender, de amontonar el oro porque sí, por amontonarlo. Como ésos que llenan el granero de heno hasta el techo, cuando lo cierto es que no tienen animales. Pero, después de todo, estaba en su derecho. Murió de septicemia, en el treinta y uno, hecho un Creso. Es increíble que una heridilla de nada pueda complicarte la vida de ese modo, e incluso abreviarla. En su caso, fue un corte en un pie, apenas un arañazo. Cinco días después estaba tieso como la mojama y completamente azul, lívido de pies a cabeza. Parecía un salvaje africano cubierto de pintura, pero sin el pelo crespo ni la lanza. Y sin heredero. Sin nadie que derramara una lágrima por él. Y no es que la gente lo odiara, no. Ni mucho menos; pero un hombre al que sólo le interesaba el dinero y que jamás miraba a nadie no merecía que lo compadecieran. Había tenido todo lo que deseaba. No todo el mundo puede decir lo mismo. Quizá la razón de su vida fue ésa: venir al mundo para coleccionar monedas. En el fondo, es una idiotez como cualquier otra. Le fue de gran provecho. Tras su muerte, todo el dinero fue a parar al Estado. Hermosa viuda, el Estado: siempre está alegre y nunca guarda luto.

PHILIPPE CLAUDEL - "Almas grises" - (2003)


Imágenes: Gideon Kiefer

domingo, 30 de noviembre de 2025

DECIDIÓ QUE EL ASUNTO DEL PAPELEO PODÍA SIMPLIFICARSE MUCHO

 


A modo de advertencia, Beni me contó la historia del funcionario al que expedientaron por incumplir trámites. Aquel funcionario, al parecer, decidió que el asunto del papeleo podía simplificarse mucho. Le llegaban solicitudes de ayudas y no se paraba a comprobar que estuviera toda la documentación. Se comunicaba con los solicitantes por teléfono, en vez de por escrito, para asegurarse de esto o de aquello, pero ¿acaso son formas?, preguntó Beni. No, no lo eran, porque así no quedaba constancia de la gestión. El tipo expedientado consideraba que una fotocopia compulsada del libro de familia era cosa del siglo pasado, y no la pedía. Un certificado de empadronamiento, tampoco, y así se le colaban quienes no debían. Si todos los campos del formulario no se habían rellenado, no le preocupaba, él deducía lo que faltaba. La intención era buena, pero ¡ni que fuera Dios para otorgarse tanto poder! Despachaba los trámites en la mitad de tiempo que sus compañeros, incluso en menos tiempo. Pim, pam, pum, ayuda concedida. Las estadísticas saltaron, le preguntaron cómo podía ser aquello. Hubo una especie de investigación, incluso un interrogatorio —un requerimiento, lo llamó Beni—, se abrió plazo de alegaciones. El tipo era un activista, cosa que Beni aclaró que le parecía muy bien, pero no son maneras.

 


Alegó que actuaba por justicia social, las personas que esperaban las ayudas las necesitaban ya, si su modus operandi ocasionaba algún error —que se le concediera una ayuda a quien no la merecía— era de menor calibre que el error de no dársela a quien la requería con urgencia. ¿A ti cómo te suena ese argumento?, me preguntó Beni, ¿te parece razonable? Pero no me dio margen para responder, lo hizo ella por mí: te suena bien, claro. Pero piensa, ¿consideró aquel funcionario el agravio comparativo que causaba? Los solicitantes de otros distritos cuyas solicitudes llegaban a otros funcionarios de otros centros de trabajo, funcionarios que sí cumplían los pasos sin cuestionarlos, o cuestionándolos pero obedeciendo como es su deber, podían acusarle de trato desigual. Ante este argumento, el del agravio comparativo, el tipo tuvo que plegarse y acatar la sanción del expediente disciplinario. Te lo comento para que veas que todo es mucho más complejo de lo que parece, dijo Beni. Ella estaba a favor de la lucha contra los excesos burocráticos, pero tenía que ser una lucha colectiva, consensuada, aprobada por todas las partes implicadas, segura y bien diseñada. Una lucha burocrática, pensé yo.

SARA MESA - "Oposición" - (2025)


Imágenes: Léonore Chastagner

viernes, 28 de noviembre de 2025

EL AMOR ES UN CIRCUITO CERRADO

 


No es de extrañar que lo primero que atrajo mi interés —hasta el punto de no fijarme en casi nada más de aquellos papeles— fueran las cartas de sus amores pasados, más o menos relevantes, los retratos de carboncillo, las fotografías, las entradas de diario que detallaban las idas y venidas de aquellos cortejos. Las leí con tantísima atención que no podía ni mirarme al espejo al lavarme los dientes aquellas noches de lo zafia que era aquella invasión de su intimidad. Justifiqué mi comportamiento creyendo que la versión más interesante de una mujer surge cuando está embelesada, pero no es verdad. El amor es un circuito cerrado. Nada hace que una persona sea más incomprensible para el resto del mundo que el hecho de estar enamorada.

  Satisfecha e insatisfecha, pasé a las cosas que eran pertinentes para su obra y su impacto —páginas manuscritas, libretas, planos, los recuerdos de los años de Bowie, fotografías de rodaje de El juego del coma. X decía que odiaba la veneración que despertaban sus obras más populares; una queja frecuente: produce un par de canciones con una estrella del pop y te perseguirán toda la vida. Sin embargo, la ironía es que, si alguien hubiese estado al corriente de sus orígenes sureños, su cercanía con el mundo de la fama habría dejado de importar.

  Aclamada por lo que no correspondía; su constante e irresoluble queja.



  En la inauguración de su retrospectiva en el MoMA de 1994 estaba tan molesta con las felicitaciones —Si estáis asistiendo a mi funeral, ¿por qué me andáis felicitando?— que hizo que nos fuéramos pronto. Su ingratitud me avergonzaba. Había muchas personas del museo que habían trabajado un sinfín de horas en la instalación y en organizar la fiesta, ambas tan elegantes como respetuosas, pero sabía que era mejor callarme. Panda de imbéciles, farfullé, dándole la razón, mientras un taxi se nos llevaba de allí.

  A menudo me preguntaba cómo habían gestionado sus anteriores novias y esposas ese carácter que le salía cada dos por tres; si acaso habían ideado una estrategia viable para calmarla y desviar su foco de atención. En mis momentos de mayor desesperación, me imaginé buscándolas, quizá incluso llamando a su primera mujer, para pedirles consejo, cosa que, por supuesto, jamás hice. Cuando ya estaba investigando, me costó organizar entrevistas con cualquier persona con la que hubiera tenido alguna relación sentimental, por miedo a encontrar rastros de X en aquellos cuerpos; la manera en la que fumaban, ciertos giros a la hora de hablar, un gesto, una joya, una cicatriz.

  La persona con la que tenía más ganas de hablar —Connie Converse— llevaba tiempo muerta; lo único que había dejado eran sus canciones, acongojados lamentos que poco me dicen de ella, además de sus memorias, inconclusas, que no revelan mucho más. Parece que ella y X mantenían un forcejeo continuo, incierto; sin estar nunca seguras de si la otra era la cura o la causa de sus males.

CATHERINE LACEY - "Biografía de X" - (2023)


Imágenes: Helen Green

miércoles, 26 de noviembre de 2025

LA JUZGAN ESCASAMENTE POR EL ANCHO DE UNA MANO



Además en la elección de las esposas y de los maridos observan solemne y estrictamente una costumbre que nos pareció muy grotesca y extravagante. Pues una grave y respetable matrona enseña la mujer, sea doncella o viuda, desnuda al pretendiente. E igualmente un varón prudente y discreto exhibe al pretendiente desnudo ante la mujer. Y nosotros nos reíamos de esta costumbre y la desaprobábamos como ridícula. Pero ellos por otra parte se maravillan grandemente de la locura de otras naciones que cuando compran un potro donde está en juego un poco de dinero son tan escrupulosos y circunspectos que aunque esté casi completamente desguarnecido no lo comprarán a menos que se le quite la silla y todos los arreos no fuera que bajo estas cubiertas se escondiera alguna matadura o llaga, y sin embargo al escoger esposa que después será para ellos placer o desagrado durante toda la vida son tan negligentes que, como todo el resto del cuerpo de la mujer está cubierto de ropa, la juzgan escasamente por el ancho de una mano (pues no pueden ver más que su cara) y así la unen a ellos no sin gran riesgo de estar en desacuerdo si después ocurriera que algo en su cuerpo les molesta o desagrada.



  Pues no todos los hombres son tan sabios que tengan consideración para las cualidades morales del cónyuge. Y las prendas corporales hacen que las virtudes espirituales sean más estimadas y consideradas y eso incluso en los matrimonios de los hombres sabios. Verdaderamente puede esconderse tan repugnante deformidad bajo estos ropajes que puede alejar y apartar por completo de su esposa la mente del marido cuando no será legal que sus cuerpos se separen otra vez. Si tal deformidad se da por algún azar después que el matrimonio se haya consumado y llevado a cabo, bueno, no hay más remedio que la paciencia. Cada hombre ha de cargar con su suerte tal como viene. Pero estaría bien que se hiciera una ley por la cual todas estas decepciones pudieran ser esquivadas y evitadas de antemano.

TOMÁS MORO - "Utopía" - (1516. Ed. 2016)


Imágenes: Suzanne Jongmans

lunes, 24 de noviembre de 2025

EN SU VIDA, TODOS LOS DÍAS ERAN NAVIDAD



 Mi madre parecía aliviada cuando he llevado la conversación hacia el tema sobre el que ha girado toda su vida desde que tengo memoria: los niños. Sus alumnos del colegio, sus propias hijas y todos los niños del mundo. En su vida, todos los días eran Navidad, he afirmado, porque, cada vez que nacía una criatura, ella se lo tomaba como una nueva oportunidad para hacer del mundo un lugar mejor. De hecho, ella sostenía —cosa que ha admitido al mencionarlo yo— que tan solo con que aprovecháramos aquella oportunidad una y otra vez, siempre que se presentara, poco a poco iríamos percibiendo cambios en silencio, de forma gradual. Guerras, violencia, abusos de poder, corrupción, todo se vería reducido, y entonces podrían resolverse más fácilmente otros problemas como el hambre, la enfermedad, la pobreza y, en definitiva, cualquier cosa. Esa ha sido siempre su postura. Pienso que el motivo se halla en su propia infancia y su época escolar, y creo que habla realmente en serio cuando afirma que los niños a los que no se les hiere durante ese período contribuirán a construir un mundo mejor.



  Le he preguntado si veía realmente el mundo de ese modo, si la cosa era tan simple, y ella lo creía de veras. Simple, sí, ha dicho, pero no sencillo. Tampoco consistía en dejar que predominara un estado de naturaleza, ha insistido. No se trataba de eso. A los niños había que ayudarlos y guiarlos a lo largo de su camino.

  En ese punto la he interrumpido, pues ya conozco su opinión acerca de los ingredientes necesarios para la crianza y la etapa escolar de los niños. Cosas como que deben estudiar varios idiomas y cultivar un huerto, o las canciones y la música, y la idea de que hay que acompañarlos durante toda la niñez para que la superen indemnes e intactos, pero, a la vez, experimentados y curtidos. Siempre con sumo cuidado, como si fueran plantas, solía decir ella, pero, antes de que empezase a hablar, le he dicho que su argumentación me hacía pensar en una cierta mecánica, aunque una mecánica tierna, por supuesto, una especie de mecánica redentora, mediante la cual los niños salvarían el mundo. Una simple mecánica navideña, la he llamado ahora, a pesar de que sabía que no le agradaba que describiéramos su modo de pensar como una mecánica.

SOLVEJ BALLE - "El volumen del tiempo II" - (2025)


Imágenes: Phoebe Wahl & Andrea Love

sábado, 22 de noviembre de 2025

RÉPLICAS COMO CAÑONES

 




Soy ajeno a los problemas:

lo que leo no me afecta,

lo que veo no me afecta.

Ando elucubrando penas

de una región más íntima

Í - N - F – I - M – A

Despejada-mente mínima.

Aseada-mente límpida.



Limpia tu mente

y ábrela a la vista

de los demás.

Hermosas vistas

desde ese balcón soleado,

                          oreado,

                                             aseado,

a tu cerebro partido.



Abrido

Desabrido

De sabor ido

ESABORÍO:

que no te implicas

Aplicas,

Suplicas,

Replicas.



Réplicas como cañones.

Cañones fríos de miedo.

Tus manos se estremecen

como se estremece tu mente.




Pensamientos ajenos

a nuestra voluntad:

nuestra santa voluntad

así en la Tierra

como en el Cielo.



FORNICAD.

Tenéis que fornicar

para crecer,

multiplicaos

y después

restar

y dividíos.



Si os dividís

por cero

da infinito.

Pero ahí está

la dificultad.

El requisito

exquisito

para alcanzar

la eternidad.

25/04/08


Imágenes: YoAz

jueves, 20 de noviembre de 2025

¿CÓMO SE OLVIDAN LAS MALETAS MIENTRAS UNO HACE LAS MALETAS?



La primera imagen no son las palmeras de Key Biscayne, ni la arena blanca ni las papayas, sino el trayecto tortuoso hacia la isla: nuestras bolsas abarrotadas de libros y zapatos. A la mujer tras el mostrador, en el aeropuerto de Boston, no le cabía en la cabeza:

     —Esto no es equipaje. Esto son bolsas, señor. Bolsas de basura.

     —Es usted una magnífica observadora, señorita, pero déjeme que le explique: olvidamos nuestras maletas y tuvimos que meter en bolsas de basura todas las cosas. Hubo que improvisar. ¿No está mal el apaño, eh?

     En la cara de la mujer se trazaba una pregunta: ¿cómo se olvidan las maletas mientras uno hace las maletas? Una paradoja filosófica, sin duda, digna de las clases que mi padre impartió durante aquel primer trimestre: Philosophical Paradoxes II. La mujer tras el mostrador no sabía —no tenía por qué saberlo— que, más allá de sus clases, esas paradojas también poblaban la vida de mi padre y, por supuesto, las nuestras, mientras estas estuvieran ligadas a la suya.

     La mujer apretó un ojo, solo uno, respondiendo a alguna conexión neuronal: aunque aquel hombre le resultase incomprensible, entendió, de pronto, que unos hijos tan jóvenes no iban a cuestionar lo cuestionable. Que nosotros, fieles al hombre paradójico, éramos tres contra una y teníamos la firme intención de embarcar. Quedó muda, incapaz de reacción, y mi padre aprovechó su silencio para llenar el tiempo —para ganar tiempo— con palabras:

     —Por eso lo metimos todo en estas bolsas… —repitió sonriente, apenas mirándola.

     Con él siempre vivimos así: con su objetivo en mente, absurdo o no, loable o no, sin consideración por las reglas que el resto de los mortales debía interiorizar. ¿Viajar con maletas normales: por qué? Nosotros podíamos ser vagabundos si a él le apetecía, príncipes al día siguiente, nómadas otra vez, condes al despertar.

XITA RUBERT - "Los hechos de Key Biscayne" - (2024)


Imágenes: Graham Franciose